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miércoles, 28 de diciembre de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (24): FLORA TRISTÁN, ORGANIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES Y EMANCIPACIÓN DE LA MUJER

Esta nota es la continuación de: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/12/historia-del-movimiento-socialista-23.html

El índice de esta serie de notas se encuentra disponible en:http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/06/historia-del-movimiento-socialista.html

Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo indicación en contrario, de: Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista. I: Los precursores, 1789-1850. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

38. Flora TRISTÁN (1803-1844) (1)

Según Cole, es la única mujer que "tiene claramente derecho a ocupar un lugar, aunque sea secundario" en la historia del pensamiento socialista del siglo XIX es Flora Célestine Thérese TRISTÁN. (I: 186). Tuvo una vida difícil. Percibió las injusticias que sufrían los trabajadores y las mujeres. Estuvo en Londres en 1839 y fue testigo de la miseria de los obreros ingleses y de las primeras luchas del cartismo (I: 189). En su libro Promenada dans Londres (1840, Londres y Paris) describió sus impresiones en la que era en ese momento la principal metrópolis del capitalismo. (I: 187). Tristán llegó a convencerse de que "tenía la misión de trabajar en favor de la emancipación a la vez de su sexo y de la clase trabajadora" (I: 187) (2).

Tristán tuvo poco contacto con los obreros franceses. En cambio, tomó conocimiento de las experiencias organizativas de los artesanos franceses: las poesías del carpintero Agricole PERDRIGUIER le permitieron saber de las Compagnonnages (Clubes de artesanos franceses). En 1830 fue fundada la Société des Travailleurs du Tour de France, que nucleaba a los clubes de artesanos que mantenían las hosterías para albergar compañeros en las distintas ciudades de Francia. (I: 187-188).

A partir de la experiencia mencionada en el párrafo anterior, Tristán concibió la idea de una organización que nucleara a los obreros de todo el mundo. Su libro Union ouvrière (1843) contiene el primer proyecto de una internacional de trabajadores (I: 188). Tristán proponía que todos los trabajadores del mundo aportaran cada uno una pequeña cantidad anual para un fondo destinado a la emancipación de la clase obrera. El dinero se utilizaría para establecer en todas las ciudades palacios para los obreros (escuelas, hospitales, asilos para ancianos e inválidos, centros de cultura para la clase obrera). (I: 188).

[En la propuesta de Tristán falta la organización política de la clase obrera. La emancipación se concibe en términos educativos y culturales; parece que se tratara de constituir una segunda ciudad, la obrera, en la ciudad capitalista. El abandono de la lucha contra el Estado capitalista vuelve impracticable esta propuesta (más allá de su impracticabilidad técnica - ¿quién administraría dicho fondo "universal" -). Sin embargo, la percepción del carácter internacional de la clase obrera, es decir, de la explotación capitalista, es un mérito enorme.]

Cole transcribe el resumen que hizo Tristán de sus propuestas (I: 188-189). Resulta significativo que no proponga la creación de un partido político y sí de un "defensor" elegido por los sindicatos obreros y pagado por ellos "a fin de que quede bien establecido que esta clase tiene su derecho de existencia, y que las demás clases aceptan este derecho" (I: 188; Cole cita aquí directamente el texto de Tristán). [La clase obrera no necesita validar su derecho a la existencia; el modo de producción capitalista exige la presencia de la clase trabajadora independientemente de los deseos de unos y otros. También es llamativo el empleo de una institución cuasi jurídica (el Defensor). En general, Tristán plantea la cuestión de la explotación capitalista en términos jurídicos, no políticos. El problema es que la apelación jurídica al defensor deja intacta (mejor dicho, fortalece) la estructura estatal. El Estado, órgano de dominación del conjunto de la clase capitalista, adquiere un carácter neutral si se adopta esta manera de abordar el tema.]

Respecto a la mujer, el resumen mencionado contiene: a) reconocimiento del derecho al trabajo para todos, hombres y mujeres; b) reconocimiento de la obligación de dar a las mujeres del pueblo educación moral, intelectual y técnica; c) "reconocer, en principio, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres como único medio de establecer la unidad humana." (I: 189; Cole cita directamente a Tristán). (3).

Tristán viajó por toda Francia para difundir su plan entre los clubes y asociaciones obreras. Murió de fiebre tifoidea en Burdeos (1844). (I: 190).

Buenos Aires, miércoles 28 de diciembre de 2011

NOTAS:

(1) Cole da una biografía de la vida de Flora Tristán en su libro (I: 186-190). Sus obras principales: Pérégrinations d'une paria (1838); Méphis (1838, novela); Promenade dans Londres (1840); Union ouvrière (1843).

(2) El tema de la emancipación de la mujer era un lugar vacante en el pensamiento socialista, con la excepción de Fourier.

(3) No le interesaba el derecho al voto, pues consideraba que la igualdad en el derecho al trabajo y la educación servirían para elevar la situación de las mujeres. (I: 190).

domingo, 25 de diciembre de 2011

LA CONCEPCIÓN MARXISTA DEL PROCESO HISTÓRICO: LA CUESTIÓN DE LA COMUNA RURAL RUSA




En el mundo académico y sus aledaños es casi un lugar común aludir al mentado determinismo económico de la teoría social de Karl Marx (1818-1883). Según esta opinión, Marx elaboró una teoría de la sociedad en la que el factor económico es el elemento que determina los cambios de todas las demás instancias sociales. Aplicada a la historia, esta supuesta concepción de Marx se traduce en el dominio de la teleología en el proceso histórico. En otras palabras, Marx habría postulado que toda la historia humana tiene como fin inevitable el comunismo, y que los acontecimientos históricos no son otra cosa que eslabones necesarios en el camino hacia la forma más elevada de organización social.

Como suele ocurrir en estos casos, la afirmación del pretendido determinismo económico de la teoría de Marx es aceptada sin mayor discusión, entre otras cosas porque buena parte del mundo académico huye tanto de las lecturas de primera mano de los clásicos como de los autores incómodos (que muchas veces son esos mismos clásicos). En el mejor de los casos, aquellos que todavía no se hallan contaminados del todo por las mañas universitarias recurren al prólogo de 1859 a la Contribución a la crítica de la economía política (1) para sostener la tesis del carácter determinista económico de la teoría de Marx.

En el prólogo de 1859 puede leerse el siguiente pasaje: “A grandes rasgos puede calificarse a los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno de épocas progresistas de la formación económica de la sociedad.” (2). Esto es interpretado como una defensa del carácter lineal del proceso histórico, el cual recorrería siempre las mismas etapas en el mismo orden. Una consecuencia práctica de esta concepción consiste en la imposibilidad de que un país pueda saltar las etapas del proceso histórico, pasando directamente del feudalismo al socialismo, sin atravesar el estadio capitalista. De modo que los partidos socialistas en los países subdesarrollados estaban obligados a apoyar el fortalecimiento de las relaciones capitalistas, y sólo después de que éstas hubieran alcanzado un estadio desarrollado podía pasarse a la lucha por el socialismo. Esta concepción supone, por tanto, que los socialistas están obligados a adoptar una posición pasiva frente a la historia.

Sin embargo, la afirmación de que Marx defiende una posición determinista y teleológica acerca del proceso histórico resulta inaceptable a partir de la lectura de sus escritos. En esta nota no voy a detenerme en un examen del sentido del pasaje citado del prólogo, sino que expondré el planteo de Marx frente a la situación de la comuna rural rusa (mir) en el último tercio del siglo XIX, pues constituye una verdadera piedra de toque para comprender la forma en que concebía al desarrollo histórico. El examen de la posición de Marx frente al papel de la comunidad campesina en Rusia permite cuestionar también la interpretación del sentido común académico. Marx plantea el carácter esencialmente político de toda reflexión teórico, aspecto ignorado en el imaginario académico. Como veremos, la discusión en torno al carácter y a las posibilidades de desarrollo de la comunidad campesina en Rusia tiene sentido en función de la revolución en Rusia en particular y en Europa en general.

Ante todo, un poco de historia. Vera Zasúlich (1849-1919) era una revolucionaria rusa que militaba en las filas del populismo (3) y que se encontraba exiliada en Suiza. A principios de la década de 1880 un debate sacudía las filas del movimiento revolucionario ruso. Los populistas sostenían que Rusia podía pasar directamente al socialismo sin tener que experimentar una etapa capitalista gracias a la existencia de la comunidad campesina, que constituía la base para el establecimiento de una forma social más avanzada que el capitalismo. En cambio, varios lectores rusos de El capital postulaban que Rusia tenía que pasar obligatoriamente por una etapa capitalista antes de poder pensar en luchar por la instauración del socialismo. En este contexto, Zasúlich se dirigió por carta a Marx para pedirle su opinión sobre las posibilidades revolucionarias de la comunidad campesina.

En la carta de Zasúlich, fechada en Ginebra el 16 de febrero de 1881, la cuestión se plantea en estos términos:

“Ésta es cuestión de vida o muerte (…) principalmente para nuestro partido socialista. Sea como quiera, de usted depende en esta cuestión incluso el destino personal de nuestros socialistas revolucionarios. Una de dos: o bien esta comuna rural, libre de las exigencias desmesuradas del fisco, de los pagos a los señores de la administración arbitraria, es capaz de desarrollarse por la vía socialista, o sea de organizar poco a poco su producción y su distribución de los productos sobre las bases colectivistas, en cuyo caso el socialismo revolucionario debe sacrificar todas sus fuerzas a la manumisión de la comuna y a su desarrollo.

O si, por el contrario, la comuna está destinada a perecer no queda al socialista, como tal, sino ponerse a hacer cálculos, más o menos mal fundados, para averiguar dentro de cuántos decenios pasará la tierra del campesino ruso de las manos de éste a las de la burguesía y dentro de cuántos siglos, quizá, tendrá el capitalismo en Rusia un desarrollo semejante al de Europa occidental. Entonces deberán hacer su propaganda tan sólo entre los trabajadores de las ciudades, quienes continuamente se verán anegados en la masa de los campesinos que, a consecuencia de la disolución de la comuna, se encontrarán en la calle, en las grandes ciudades, buscando un salario.

En los últimos tiempos hemos solido oír que la comuna rural es una forma arcaica que la historia, el socialismo científico, en una palabra, todo cuanto hay de indiscutible, condenan a perecer. Las gentes que predican esto se llaman discípulos por excelencia de usted: «marxistas». El más ´poderoso de sus argumentos suele ser: «Lo dice Marx». (…)

Comprenderá entonces, ciudadano, hasta qué punto nos interesa su opinión al respecto y el gran servicio que nos prestaría exponiendo sus ideas acerca del posible destino de nuestra comunidad rural y de la teoría de la necesidad histórica para todos los países del mundo de pasar por todas las fases de la producción capitalista.” (4)

Marx se hallaba profundamente interesado en la evolución de la economía rural de Rusia. Luego de la publicación del Libro Primero de El capital (1867) se había concentrado en el estudio de la agricultura rusa, pues consideraba imprescindible realizar esta tarea para poder completar los libros siguientes de El capital. En su opinión, la evolución de la agricultura rusa cumpliría el mismo papel en la exposición que el papel jugado por la historia del desarrollo de la industria inglesa en el Libro Primero. Además, Marx y Engels seguían las acciones del movimiento revolucionario ruso en la década de 1870. La consulta de Zasúlich se ligaba, por tanto, con un tema de gran importancia para Marx y Engels.

Marx, cuya capacidad de trabajo se encontraba mellada por el agotamiento y la enfermedad, dedicó gran atención al requerimiento de Zasúlich. De hecho, preparó varios borradores antes de escribir el texto definitivo de su respuesta a la revolucionaria rusa. (5).

En su respuesta, Marx se preocupa por disipar la idea de que en El capital se encuentra una teoría lineal y teleológica del proceso histórico. A continuación transcribo los pasajes más significativos:

“Analizando la génesis de la producción capitalista digo:

En el fondo del sistema capitalista está, pues, la separación radical entre productor y medios de producción…la base de toda esta evolución es la expropiación de los campesinos. Todavía no se ha realizado de una manera radical más que en Inglaterra…Pero todos los demás países de Europa occidental van por el mismo camino. (El capital, edición francesa, p. 316).

La «fatalidad histórica» de este movimiento está, pues, expresamente restringida a los países de Europa occidental. El porqué de esta restricción está indicado en este pasaje del capítulo XXXII:

La propiedad privada, fundada en el trabajo personal…va a ser suplantada por la propiedad privada capitalista, fundada en la explotación del trabajo de otros, en el sistema asalariado. (loc. cit., p. 340).

En este movimiento occidental se trata, pues, de la transformación de una forma de propiedad privada en otra forma de propiedad privada. Entre los campesinos rusos, por el contrario, habría que transformar su propiedad común en propiedad privada.

El análisis presentado en El capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna rural, pero el estudio especial que de ella he hecho, y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha convencido de que esta comuna es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia, mas para que funcionar como tal será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes y a continuación asegurarle las condiciones normales para un desarrollo espontáneo.” (6).

Marx se preocupa por aclarar que en El capital se esbozan las líneas generales de una forma específica de transición del feudalismo al capitalismo, es decir, la variante experimentada en Europa occidental. De ningún modo se trata de postular la validez universal de dicha forma de transición. En todo caso, Marx indica que el carácter de la transición depende de las formas sociales preexistentes al capitalismo. En los borradores de la carta a Zasúlich se encuentra un desarrollo más preciso de esta idea:

“Desde el punto de vista histórico, el único argumento serio aducido en favor de la fatal disolución de la comuna de los campesinos rusos es éste:

Remontándonos mucho, por todas partes hallamos en Europa occidental la propiedad común de un tipo más o menos arcaico; de todas partes ha desaparecido con el progreso social. ¿Por qué no habría de ocurrir lo mismo, exclusivamente, en Rusia?
Respondo: porque en Rusia, gracias a una excepcional combinación de circunstancias, la comuna rural, establecida todavía en escala nacional, puede irse desprendiendo de sus caracteres primitivos y desarrollarse directamente como elemento de la producción colectiva en escala nacional. Es precisamente gracias a la contemporaneidad de la producción capitalista como puede apropiarse de todas sus adquisiciones positivas y sin pasar por sus peripecias (terribles) espantosas. Rusia no vive aislada del mundo moderno; y tampoco es presa de un conquistador extranjero como en las Indias orientales.

Si los rusos que gustan del sistema capitalista negaran la posibilidad teórica de semejante evolución, yo les plantearía esta cuestión: Para explotar las máquinas, los navíos de vapor, los ferrocarriles, etc., ¿se vio obligada Rusia a hacer como el Occidente, a pasar por un largo período de incubación de la industria mecánica? Que me expliquen además cómo han hecho para introducir en su país en un abrir y cerrar de ojos todo el mecanismo de los intercambios (bancos, sociedades de crédito, etc.) cuya elaboración costó siglos a Occidente.

(…) Otra circunstancia favorable a la conservación de la comuna rusa (por la vía del desarrollo) es que no sólo es contemporánea de la producción capitalista (en los países occidentales) sin que ha sobrevivido además a la época en que el sistema social se presentaba todavía intacto y que en cambio lo halla, en Europa occidental como en Estados Unidos, en lucha tanto contra la ciencia como contras las masas populares, y con las fuerzas productivas que engendra (…) Lo halla, en una palabra, en una crisis que sólo terminará con su eliminación, con la vuelta de las sociedades modernas al tipo «arcaico» de la propiedad común…” (7)

Como puede verse, la concepción marxista del proceso histórico es mucho más compleja que la postulada por sus intérpretes académicos. En la extensa cita que precede a este párrafo pueden destacarse un par de aspectos, los cuales tendrán que ser desarrollados en futuras notas. En primer lugar, Marx esboza los lineamientos básicos de una teoría del desarrollo desigual y combinado del capitalismo. El modo de producción capitalista se caracteriza por la coexistencia de relaciones sociales propias de otros modos de producción y que han sido incorporadas al capitalismo cuando se produjo la expansión de éste. Por lo tanto, el análisis del capitalismo deberá tener en cuenta, de manera obligada, los elementos pertenecientes a otros modos de producción y la forma en que los mismos se reconfiguran al insertarse en las relaciones sociales capitalistas. Pero, además, la persistencia de relaciones sociales propias de otras formas de sociedad acarrea también una reconfiguración del capitalismo, cuyo desarrollo adopta una forma peculiar debido a la combinación de relaciones sociales diversas. Es precisamente por esto que no puede hablarse de un desarrollo lineal ni del capitalismo en particular ni del proceso histórico en general. Sin perder de vista su carácter capitalista genérico, el capitalismo ruso posee una configuración particular, que incluye a la comuna rural y su desarrollo se ve condicionado por la persistencia de ésta.

En segundo lugar, y en estrecha relación con el punto anterior, la posibilidad de que la comunidad rural sea una base para el socialismo en Rusia es una cuestión que no se resuelve en el plano teórico (“la inexorabilidad del triunfo de las relaciones capitalistas”), sino que se dirime en el plano de la lucha de clases, entendiendo, por otra parte, que éstas se dan tanto en el plano nacional (la sociedad rusa) como en el plano internacional (el movimiento obrero en Europa occidental). En este sentido, son significativas las observaciones respecto a la contemporaneidad de la comuna rural y del socialismo occidental. Según Marx, la existencia de un proyecto socialista en Europa occidental, que supone la propuesta de un programa social alternativo al capitalista, potencia y transforma el significado mismo de la comunidad rural, que deja de ser una supervivencia “arcaica” y pasa a ser vista como una palanca para la instauración de formas socialistas de propiedad en el campo. Dicho en otros términos, Marx adhiere a una concepción dialéctica y no lineal del tiempo histórico, según la cual cada momento del proceso supone la existencia de diversas alternativas de desarrollo, siendo la elección de alguna de ellas una función de la capacidad de las distintas fuerzas sociales en conflicto. El tiempo histórico está, por tanto, pautado por la lucha de clases, asumiendo, claro está, que esa lucha de clases no es pura voluntad sino que se da en un marco en el que las opciones disponible son siempre limitadas y que esa limitación es el resultado del desarrollo de las fuerzas productivas.


Buenos Aires, domingo 25 de diciembre de 2011

NOTAS:
(1) Este prólogo fue escrito por Marx en Londres en enero de 1859 para la 1° edición de la Contribución a la crítica de la economía política. Dicha obra fue concebida como la primera parte de El capital, según se desprende de lo dicho por Marx en el prólogo: “Consideraré el sistema de la economía burguesa en la siguiente secuencia: el capital, la propiedad de la tierra, el trabajo asalariado; el estado, el comercio exterior, el mercado mundial. Bajo los tres primeros investigaré las condiciones económicas de vida de las tres grandes clases en las que se divide la sociedad burguesa moderna; la relación entre los otros tres rubros salta a la vista. La primera sección del primer libro, que trata del capital, consta de los siguientes capítulos: 1] la mercancía; 2] el dinero o la circulación simple; 3] el capital en general. Los dos primeros capítulos constituyen el contenido del presente fascículo.” (p. 3). En este marco, el prólogo fue concebido por Marx como una presentación sumamente resumida de su teoría de la sociedad, cuyo objetivo principal era situar correctamente sus estudios económicos dentro del contexto general de sus investigaciones. Hay que recordar que Marx era, para esta época, casi un desconocido en el mundo intelectual, a excepción de los grupos de alemanes exiliados en Inglaterra. La cita del prólogo ha sido tomada de: Marx, Karl. (2000). Contribución a la crítica de la economía política. México: Siglo XXI. (pp. 1-7)
(2) Marx (2000: 5)
(3) El populismo ruso sostenía que el pueblo (básicamente los campesinos) era el sujeto capaz de regenerar a la sociedad rusa, pues en él se encarnaban las mejores virtudes de ésta. Sin entrar a discutir aquí las profundas diferencias al interior del populismo, puede decirse que los populistas tenían en común la defensa de la comunidad campesina, a la que consideraban como la portadora de los gérmenes de una organización social más avanzada que el capitalismo occidental, individualista y egoísta. De ahí la polémica con algunos de los lectores de El capital en Rusia, quienes sostenían que la comunidad rural estaba destinada a desaparecer, pues esto era una ley del proceso histórico.
(4) El texto completo de la carta de Zasúlich a Marx está publicado en: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1980). Escritos sobre Rusia: II. El porvenir de la comuna rural rusa. México D. F.: Pasado y Presente. (pp. 29-30).
(5) Los borradores de Marx están publicados en Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1980). Escritos sobre Rusia: II. El porvenir de la comuna rural rusa. México D. F.: Pasado y Presente. (pp. 31-59). La respuesta de Marx a Zasúlich, fechada en Londres el 8 de marzo de 1881, también se encuentra en dicha obra (pp. 60-61).
(6) Marx y Engels (1980: 60-61)
(7) Marx y Engels (1980: 32-33)




viernes, 23 de diciembre de 2011

HISTORIA DEL MOVIMIENTO SOCIALISTA (23): CONSTANTIN PECQUEUR (1801-1887)

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El índice de esta serie de notas se encuentra disponible en: http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2011/06/historia-del-movimiento-socialista.html

Aclaración previa. Todas las citas provienen, salvo indicación en contrario, de: Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista. I: Los precursores, 1789-1850. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y en arábigos la página.

37. Constantin PECQUEUR (1801-1887) (1)

Fue uno de los primeros teóricos socialistas en formular un programa colectivista. Estuvo influido por los sansimonianos y por la filosofía social de bases cristianas. Conocedor de la economía clásica, “Pecqueur se daba cuenta también de que la Revolución Industrial significaba un rápido desarrollo de las empresas en gran escala, lo que suponía el uso de máquinas costosas, y que los obreros no estaban en situación de adquirirlas mediante métodos voluntarios de ayuda propia. Por esto pensó en el Estado, para que se encargase de toda la producción, siendo el dueño y gerente de la industria, de tal modo que sus obreros se convertirían en empleados del Estado.” (I: 182). [La primera parte de esta cita es indiscutible y constituye un argumento muy fuerte contra las tentativas de instaurar un socialismo de base artesanal o de desarrollar un sistema de cooperativas de producción sobre la base de las contribuciones de los trabajadores. El socialismo es imposible sin la ciencia y la tecnología modernas (una verdad de Perogrullo), y éstas sólo pueden ser apropiadas materialmente por los obreros mediante la Revolución. Pecqueur, sin querer, pone el eje en el problema político de la conquista del Estado. El Estado actual aparece como capitalista colectivo, esto es, representa los intereses generales de la clase capitalista (que, para estar bien representados, deben incluir a las clases subalternas – es decir, domesticarlas, incluirlas dentro de la lógica del modo de producción capitalista -). Sólo puede aceptar asumir el control de la producción a favor de los trabajadores si, previamente, la clase obrera ha desplazado a la burguesía. En otras palabras, se requiere la revolución. Ahora bien, la clase obrera puede construir el socialismo si se organiza autónomamente, si toma efectivamente en sus manos la dirección del proceso productivo. Desde el punto de vista de la construcción del socialismo, el Estado juega el papel de condición negativa. Hay que conquistarlo para poder quebrar la dominación de los capitalistas, pero no puede desempeñar el rol de palanca, de director de la producción, sin poner en entredicho el socialismo. El rol positivo tiene que ser jugado por los trabajadores. Volviendo a Pecqueur, no debe olvidarse que el sansimonismo fue expresión de la clase empresarial en ascenso.]

“Describe la sociedad burguesa contemporánea y su evolución relacionándola con el proceso de avance tecnológico; hace resaltar el factor de la acumulación de capital y su administración en relación con el crecimiento del proletariado moderno; y mostró como este desarrollo ha originado una nueva estructura de clases, lo cual va acompañado de conciencia de clase y del fenómeno de la lucha entre la burguesía y el proletariado.” (I: 183). [La estructura de clases se funda en el proceso productivo. La lucha de clases se sustenta allí. Este es el hecho político fundamental.]

La matriz cristiana del pensamiento de Pecqueur se manifiesta en su concepción de los medios para instaurar la nueva organización social; rechaza la lucha de clases y prefiere recurrir a la ética, basada en la justicia y en los principios cristianos.” (I: 183). [En la sociedad capitalista, los trabajadores luchan por sus intereses, no por principios. Pensar que en una sociedad centrada en la producción mercantil las masas pueden adoptar pautas de conducta “virginales” es una utopía de la peor especie.]

“Pecqueur se apartó de la escuela sansimoniana, sobre todo a causa de su creencia en la democracia. Rechazó la idea sansimoniana de una sociedad industrial administrada y dirigida por ingenieros, e insistía en que los técnicos debían manejar los instrumentos de producción bajo un control democrático.” (I: 184).

Respecto a la teoría del valor-trabajo: consideró que era aplicable a los intercambios económicos de una sociedad socialista, pero no para la sociedad c).apitalista. (I: 184)

En 1848 Louis Blanc (1811-1882) lo llamó a colaborar en los trabajos de la Comisión del Luxemburgo. Junto a su seguidor Francois Vidal (1814-1872), participó en la redacción de los informes. (I: 182). Luego de la derrota de la Revolución de 1848 su influencia decayó rápidamente; se mantuvo apartado tanto de los marxistas como de los proudhonistas. (I: 184-185).

Buenos Aires, viernes 23 de diciembre de 2011

NOTAS:

(1) Sus obras principales: Economie sociale (1839); Traité des améliorationes matérielles (1839); Théorie nouvelle d’économie sociale et politique (1842); De la Paix, de son principle et de sa realisation (1842). (I: 328).

martes, 29 de noviembre de 2011

GRAMSCI Y LA REVOLUCIÓN RUSA DE 1917: COMENTARIOS AL ARTÍCULO "LA REVOLUCIÓN CONTRA 'EL CAPITAL'" (1918)

Antonio Gramsci (1891-1937) fue toda su vida un marxista revolucionario; como tal, siempre reconoció la existencia de la lucha de clases entre capitalistas y trabajadores, así como también la necesidad de que los trabajadores construyeran una organización política autónoma, capaz de enfrentar con éxito al Estado capitalista. Casi podríamos escribir que era un “primitivo”, que todavía no había llegado al conocimiento de que entre empresarios y trabajadores existe una armonía invisible. Sin embargo, todo llega en este mundo. El marxista revolucionario Gramsci, andando los años, fue transformado en un “revolucionario cultural” para quien la lucha de clases era tabú. Gramsci, cuya intransigencia frente al Estado burgués lo llevó a la cárcel, pasó a ser un defensor del uso del Estado para obtener reformas (y algunos buenos empleos, dicho sea de paso). ¿Cómo pudo suceder este “milagro”? En artículos posteriores iremos contando algunos pasajes de esta alquimia invertida, que hizo del oro plomo. En este momento nos parece más relevante rescatar del olvido al Gramsci revolucionario, sepultado tras los escritos y discursos de los académicos y de los reformistas.

Un punto tiene que quedar claro desde el principio. Reivindicar al Gramsci revolucionario frente a los “revolucionarios culturales” no significa santificarlo ni convertirlo en un teórico y político infalible. De ninguna manera. Si se intenta retomar a un clásico es preciso, ante todo, comenzar por discutir cada una de sus afirmaciones, someter sus textos y sus acciones a una crítica constante. Sólo así se muestra respeto hacia los clásicos.

Para empezar esta relectura de Gramsci hemos optado por comenzar con sus artículos sobre la Revolución Rusa de 1917. Hay que decir, ante todo, que Gramsci se encolumnó desde el primer momento entre los defensores de los bolcheviques, frente a quienes sostenían que la “correlación de fuerzas era desfavorable” o que Rusia no estaba preparada para el socialismo.

En enero de 1918 Gramsci publicó en IL GRIDO DEL POPOLO (órgano del Partido Socialista Italiano) su artículo “La revolución contra «El capital». (1) En este texto se encuentran expuestas tanto sus ideas juveniles sobre el marxismo como su concepción sobre la Revolución Rusa.

Es un artículo provocador, nada complaciente con los puntos de vista admitidos por los socialistas de la II Internacional. La provocación comienza en el título mismo. ¿Qué sentido tiene la caracterización de “la revolución contra «El capital»”?

De ningún modo cabe pensar que Gramsci está expresando una renuncia a los principios del socialismo revolucionario, aceptando en su formulación el punto de vista de los reformistas, quienes pensaban que la Revolución bolchevique era un error histórico, pues Rusia carecía de las condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo, esto es, una industria fuerte y un proletariado industrial numeroso y educado. Al contrario, Gramsci veía en la Revolución liderada por los bolcheviques la respuesta finalmente encontrada al problema de cómo romper la hegemonía del reformismo y del oportunismo en el movimiento socialista. Gramsci se había opuesto desde el principio a la participación italiana en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y había defendido durante la guerra los principios del socialismo revolucionario, afirmando que sólo mediante la revolución los trabajadores podrían obtener un final de la guerra que les resultara beneficiosa. Estos puntos de vista acercaban a Gramsci a las posiciones defendidas por Lenin (1870-1924) durante la contienda.

Gramsci expone así el sentido del título. “[La Revolución de los bolcheviques] es la revolución contra El Capital, de Carlos Marx. El Capital, de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la fatal necesidad de que en Rusia se formara una burguesía, empezara una Era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera pensar siquiera en su ofensiva, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han provocado la explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la Historia de Rusia habría tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Carlos Marx, afirman con el testimonio de la acción cumplida, de las conquistas realizadas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como podría creerse y como se ha creído.” (p. 34)

Gramsci dirige su crítica contra los socialistas de la II Internacional, quienes habían optado por seguir a sus gobiernos nacionales en la carnicería que fue la Primera Guerra Mundial (1914-1918), antes que adoptar un camino revolucionario. Para estos socialistas la teoría de Marx era un dogma multiuso, que servía tanto para justificar la participación en la guerra imperialista, la política colonial, las alianzas con los partidos de la burguesía. Pero, sobre todo, la teoría de Marx era empleada, paradójicamente, como una herramienta contra la Revolución. Así, estos socialistas consideraban que la conquista del poder por los trabajadores sólo sería posible cuando estuvieran dadas las condiciones, cuando la educación socialista de las masas estuviera completa, cuando las instituciones de la sociedad civil pasaran a manos de los socialistas. Por supuesto, todo esto en el marco del desarrollo de las fuerzas productivas, pues para estos socialistas era impensable una revolución en un país atrasado o colonial.

“La revolución contra El Capital” debe entenderse, por tanto, como la revolución contra el marxismo dominante en la II Internacional. Sin embargo, Gramsci, en su afán de combatir el reformismo termina metiendo un poco a Marx en la misma bolsa. En parte, Gramsci es consciente de ello; así, más adelante escribe: “si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan, en cambio, de su pensamiento inmanente, vivificador. No son «marxistas», y eso es todo; no han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista, el que nunca muere” (p. 34-35)

¿Cómo concebía Gramsci al marxismo en 1918?

En primer lugar, pensaba que el marxismo “es la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán, y que en Marx se había contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas” (p. 35). En segundo lugar, sostenía que el pensamiento marxista “no sitúa nunca como factor máximo de la historia los hechos económicos en bruto, sino siempre el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se reúnen, se comprenden, desarrollan a través de esos contactos (cultura) una voluntad social, colectiva, y entienden los hechos económicos, los juzgan y los adaptan a su voluntad hasta que ésta se convierte en motor de la economía, en plasmadora de la realidad objetiva, la cual vive entonces, se mueve y toma el carácter de materia telúrica en ebullición, canalizable por donde la voluntad lo desee, y como la voluntad lo desee.” (p. 35).

Se ha dicho muchas veces que aquél que enfrenta a un enemigo termina por parecérsele. Algo de esto le sucede a Gramsci en su lucha contra los socialistas de la II Internacional. Hay que insistir en que se trataba de socialistas que habían apoyado una de las peores matanzas de la historia (la guerra mundial) y que, por tanto, toda crítica dirigida contra ellos resultaba escasa. Esto permite comprender el ánimo de los socialistas revolucionarios como Gramsci. Sin embargo, Gramsci termina incorporando algunos elementos del pensamiento de los socialistas de la II Internacional acerca del marxismo. Vayamos por partes.

Como hemos visto, Gramsci afirma que el marxismo es la continuación del pensamiento idealista alemán e italiano. Más allá de la mayor o menor certeza de esta afirmación (y de su toque de localismo al incluir a los italianos), hay que decir que dicha afirmación deja fuera algunas de las influencias fundamentales en los orígenes de la teoría social de Marx. En primer término, omite a la economía política, cuyo influjo fue para Marx especialmente estimulante en lo que hace a prestar atención al proceso de producción como un elemento fundamental para entender la organización social. En segundo lugar, deja de lado al influjo que ejerció la crítica de la experiencia de la Revolución Francesa en la constitución del pensamiento político de Marx. En tercer lugar, quita de la escena el papel determinante que jugó el desarrollo del movimiento obrero en el acercamiento de Marx al socialismo y en su caracterización de la democracia. Tal como está planteada, la formulación de Gramsci encierra a Marx en el formato de la filosofía, cosa que está muy lejos de las intenciones y los planteos de éste último.

Gramsci acepta la pertinencia de una concepción reduccionista de la teoría de Marx, que concibe que el núcleo del marxismo se encuentra en el proceso de producción entendido en términos exclusivamente económicos. En otras palabras, el marxismo es concebido como la teoría que sostiene que la explicación última de todo proceso social debe buscarse en la economía. Gramsci compra aquí la interpretación de los teóricos de la II Internacional, que construyeron un Marx a imagen y semejanza de sus necesidades políticas.

Por último, Gramsci también reconoce implícitamente la validez de la atribución a Marx de una concepción etapista y lineal del proceso histórico, atribución realizada por los principales dirigentes de la II Internacional. Según esta tesis, la historia repite en todos los países las mismas etapas. De este modo, al esclavismo le sigue necesariamente el feudalismo y al feudalismo el capitalismo, sin que sea imposible saltar etapas o modificar el orden “natural” del desarrollo histórico. Era justamente esta concepción la que justificaba el cuestionamiento de la Revolución Rusa por los socialistas reformistas, pues éstos sostenían que el socialismo sólo era posible a partir de un desarrollo fenomenal de las fuerzas productivas, cosa que no había sucedido en Rusia. Según ellos, el socialismo se daría primero en los países capitalistas centrales, y de allí se expandiría a la periferia. Ahora bien, y a pesar de que pueden aducirse escritos de Marx que parecen postular una concepción lineal del proceso histórico, un examen de conjunto de la obra de Marx muestra que éste era refractario a la teleología y al finalismo en la historia. No estamos haciendo referencia aquí a textos que se publicaron bien entrado el siglo XX y que, por tanto, estaban fuera del alcance de Gramsci (como las cartas entre Marx y la militante rusa Vera Zasúlich), sino que tenemos en mente el Libro Primero de El Capital, que contiene numerosas indicaciones en las que se refuta la concepción lineal de la historia.

Lo expuesto en los párrafos anteriores no quita mérito al artículo de Gramsci, quien defiende a la Revolución bolchevique de los ataques del socialismo reformista. La lectura de su posición resulta interesante, además, frente a la multitud de análisis post facto sobre la Revolución Rusa, cuyos autores, muchos años después de la Revolución y con los resultados puestos, esbozan una mirada burlona y dicen: “¡Qué tipos ingenuos los bolcheviques! ¡Cómo se les ocurría pensar en el socialismo en Rusia en 1917!” Gramsci, con buen tino y sin tener a manos los “diarios del lunes”, escribe:”El capitalismo no podría hacer inmediatamente en Rusia más de lo que podrá hacer el colectivismo. Y hoy haría mucho menos que el colectivismo, porque tendría en seguida contra él un proletariado descontento, frenético, incapaz ya de soportar en beneficio de otros los dolores y las amarguras que acarrearía la mala situación económica. Incluso desde un punto de vista humano absoluto tiene su justificación el socialismo en Rusia.” (p. 37).

Gramsci, a despecho de sus intérpretes modernos, nuevos y novísimos, consideraba que la Revolución, entendida como conquista del poder político por los trabajadores, era el camino a seguir por los socialistas. The rest is silent.

Buenos Aires, martes 29 de noviembre de 2011

NOTAS:

(1) Todas las citas del texto han sido tomadas de la traducción española de Manuel Sacristán: Gramsci, Antonio. (2011). Antología. Buenos Aires: Siglo XXI. (34-37). El artículo está disponible en formato electrónico en: http://www.marxists.org/espanol/gramsci/nov1917.htm