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miércoles, 27 de junio de 2012

EL PARO NACIONAL DEL 27 DE JUNIO


Cuando se convoca a una huelga nacional en cualquier país del mundo, el gobierno de turno se dedica a rechazar las demandas de los huelguistas. Lo extraño es que la cabeza de dicho gobierno formule una arenga a favor de la huelga. Esto es precisamente lo que ha hecho la presidenta Cristina Fernández, en un discurso que no tiene desperdicio.

Amigo lector: está claro que Cristina y el “kirchnerismo” rechazan de plano el paro nacional convocado por Hugo Moyano. Pero, al atacar al paro e incurrir en ese ataque en toda una serie de lugares comunes caros a nuestra clase media, la presidenta formuló una encendida defensa de los motivos del paro nacional, de un modo mucho más preciso que lo planteado por el mismo Moyano. Mejor dicho, Cristina, sin quererlo, puso al desnudo algunas de las bases sobre las que se sustentó el modelo de acumulación de capital instaurado en Argentina a partir de 2002.

En primer lugar, Cristina declaró que la mayoría de los trabajadores en Argentina perciben bajos salarios. Dejemos hablar a la señora presidenta:

Yo quiero dirigirme a todos los argentinos para decirles que hay 9 millones de argentinos registrados, tenemos un 32 por ciento que está sin registro, trabajo en negro, más un 7 por ciento de desocupación porque está muy en boga este tema del impuesto a las ganancias, que en realidad más que impuesto a las ganancias es un impuesto a los altos ingresos, que existe en todas partes del mundo. Y yo quiero decirles que de acuerdo con nuestros archivos, a la información que contiene el SIPA, que tiene la AFIP, solamente de esos 9 millones 159 mil el 19 por ciento paga impuesto a las ganancias o a los altos ingresos; el 81 por ciento de los trabajadores no llega a los mínimos no imponibles, estoy hablando de los registrados. Vuelvo a reiterar: tenemos un 32 en negro y un 7 por ciento de desocupados que están cubiertos con la Asignación Universal por Hijo que cubre a 3.800.000 pibes y 1.800.000 familias.”
Que se entienda claro. Son palabras de la señora presidenta de todos los argentinos, no de un izquierdista trasnochado. En un país que ha experimentado altas tasas de crecimiento desde el 2002, que forma parte del G-20 (los países más desarrollados del mundo), que ha impulsado “un proyecto de emancipación nacional y social”, en ese mismo país sólo 159.000 trabajadores pagan impuesto a las ganancias (perdón, a los altos ingresos). 

En segundo lugar, la señora presidenta fue por más y reconoció que “tenemos un 32 por ciento que está sin registro, trabajo en negro, más un 7 por ciento de desocupación (…) tenemos un 32 en negro y un 7 por ciento de desocupados que están cubiertos con la Asignación Universal por Hijo que cubre a 3.800.000 pibes y 1.800.000 familias.” 

En otras palabras, en el capitalismo ordenado que pregona la señora presidenta, uno de cada tres trabajadores está en negro. Si sumamos a este grupo los trabajadores desocupados, tenemos que 4 de cada 10 trabajadores en Argentina tienen serios problemas laborales (o están desocupados o están trabajando en negro). La cifra habla por sí misma, sobre todo si se tiene en cuenta que se da en una época en la que el capital ha obtenido enormes ganancias en Argentina, a punto tal que la misma señora presidenta ha dicho que los empresarios “la levantaban con pala” (refiriéndose a las ganancias).

Dado lo anterior, no es extraño que Cristina diga: “Estoy hablando de los que tienen la suerte de tener trabajo, obra social y jubilación asegurada, PAMI”. En verdad es una “suerte” ser un trabajador “registrado” en Argentina cuando un 40% de los trabajadores padecen desocupación o trabajo en negro. ¿Suena pesimista? Es posible, pero son las palabras de la señora presidenta.

Si usted tiene la suerte de pertenecer al grupo que tiene trabajo y, además, está “registrado”, no cante victoria: es altamente probable que se encuentre entre los integrantes del grupo que no percibe altos ingresos. Tenga presente que, según Cristina, sólo el 19% integra esa elite. Es muy probable que usted sea un perdedor, y forme parte del sufrido 81% de los perdedores. Pero puede estar contento: tiene un trabajo “registrado”.

En tercer lugar, Cristina manifiesta claramente la enorme desigualdad tanto entre trabajadores y empresarios, como al interior de los trabajadores mismos: 

“¿Cómo se reparte? Los peronistas siempre dijimos el fifthy – fifthy, que queríamos llegar al 50 por ciento el capital y 50 por ciento el trabajo, estamos llegando al 50 por ciento en el trabajo, el problema empieza ahora en cómo se distribuye ese 50 por ciento dentro de la propia masa de los trabajadores. Uno diría bueno, van a ganar más los que tengan mayores capacidades, los que hayan estudiado más, los que sean más necesarios, ganarán más los médicos de hospitales, los investigadores del CONICET, los profesores de las universidades. No, lamento informarles que no es así. Muchas veces los salarios se obtienen por la capacidad de presión, esto es cuánto puedo amenazar y perjudicar a la sociedad para obtener un determinado salario, y acá está la gran madre del borrego, o del Dorrego como decía un amigo mío: de esos 62.000 millones de masa salarial registrada el 19 por ciento de los trabajadores se queda con el 41 por ciento, y el 81 por ciento de los trabajadores se queda con el 59 por ciento. Con lo cual me parece que sería muy interesante comenzar a discutir en la Argentina esto de hacer socialismo con la plata del Estado y de los demás, pero cuando te vienen a tocar la tuya te convertís en el liberal más acérrimo, me parece que hay que rediscutirlo, sobre todo si te querés seguir llamando peronista.”

En criollo. Los trabajadores, que generan día a día la riqueza del país, perciben cerca del 50 de los ingresos anuales. Los empresarios, que “la levantan con pala”, se llevan el otro 50% en concepto de…su propiedad privada de los medios de producción. ¡Pavada de arreglo! 

Por otro lado, las reglas de juego del capitalismo organizado que propone la señora presidenta generan una enorme competencia entre los trabajadores, que se traduce en las grandes desigualdades que se verifican al interior de los trabajadores. 

Ahora bien, para que una minoría de empresarios se lleve la mitad de los ingresos anuales generados por los trabajadores, ¿no es preciso, justamente, que esos trabajadores se encuentren divididos? 

En este marco, no es extraño que el Estado deba subsidiar a los trabajadores: 

“…me olvido de algo, además de esto todos, desocupados, no registrados, registrados, con ingresos altos, con ingresos bajos, todos están subsidiados en transporte, en luz, en gas, en agua y en combustible”. Todo esto, insistimos, en el marco de un crecimiento económico extraordinario. 

No contenta con agitar a favor de la huelga nacional, la señora presidenta hizo referencia a la situación de los trabajadores latinoamericanos: 

“…estamos hablando del mejor salario de toda América latina, no solamente en términos nominales sino en términos de poder adquisitivo. No solamente es el salario más alto sino con el que más cosas se pueden comprar respecto de todos los demás países de Latinoamérica.”
El lector puede estar tranquilo, siempre y cuando sea un trabajador argentino “registrado” (los inmigrantes “ilegales” no cuentan). Sin embargo, la señora presidenta había indicado, un poco antes en su discurso, la extrema heterogeneidad de los ingresos de los trabajadores argentinos. ¿Sólo la elite de altos ingresos es la que ocupa el podio entre los trabajadores latinoamericanos? De todos modos, si Argentina encabeza el ranking salarial latinoamericano, ¿qué puede decirse de las situaciones de explotación imperantes en otros países hermanos?

Si el lector piensa que exageré en esta nota, le recomendamos fervorosamente la lectura del discurso completo de Cristina. Allí encontrará todo esto y mucho más. 

Hoy corresponde adherir al paro, más allá de Moyano y otros personajes mucho más nefastos que apoyan la medida. El árbol no puede tapar el bosque de la situación social en Argentina.
Total, la misma señora presidenta justificó la medida con su discurso del día de ayer…

Buenos Aires, miércoles 27 de junio de 2012

jueves, 21 de junio de 2012

LA HUELGA NACIONAL DE CAMIONEROS, O LA GENDARMERÍA COMO FUERZA DE LIBERACIÓN NACIONAL Y POPULAR


Mientras escribo esta nota, el paro nacional convocado por el Sindicato de Camioneros se encuentra en pleno desarrollo. Es por esto que renuncio a elaborar algo parecido a un balance de los acontecimientos. Creo más provechoso formular algunas reflexiones que contribuyan a situar los hechos en un marco general. Sobre todo si se tiene en cuenta que el gobierno nacional ha llegado a medidas tales como utilizar la Gendarmería o amenazar, inclusive, con la intervención de las Fuerzas Armadas para asegurar el abastecimiento de la población.

Nada de lo mencionado en la última parte del párrafo anterior resulta inusitado en la historia de la lucha de clases en Argentina (soy del barrio porteño de Mataderos y tengo recuerdos familiares de la intervención del ejército en la huelga de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre, allá por 1959). Pero si desentona fuertemente con el discurso del gobierno “nacional y popular”, que ha proclamado todas las veces que pudo que ningún gobierno hizo tanto por los trabajadores como las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Como tantas otras veces, vale aquí el refrán que dice “en la cancha se prueban los pingos”. Cristina Fernández se encuentra ante la prueba de tener que enfrentar directamente a los trabajadores. Los medios empleados y la forma de resolver el conflicto servirán para dar cuenta de la naturaleza de clase del gobierno.

Corresponde aclarar, aunque la orientación de este blog hace redundante a la aclaración, que considero a los Moyano como dignos representantes de la burocracia sindical en la Argentina, y que la misma constituye uno de los principales baluartes de la dominación capitalista en Argentina. Sin embargo, lo anterior no quita que la política sea mucho más compleja e interesante que las definiciones de manual. Luego de su ruptura con Cristina, y en defensa de sus propios intereses personales (¿podría ser de otra manera?), Hugo Moyano ha entablado una lucha frontal con el gobierno “kirchnerista”. Es interesante notar como personajes que aman la negociación mucho más que a sus madres, y que están profundamente identificados con el mantenimiento del “orden social” se ven llevados a situaciones reñidas con sus convicciones más íntimas. Que se entienda. Moyano no confronta porque haya descubierto ayer el antagonismo entre el capital y el trabajo. Cristiana no va a la guerra porque haya entendido el carácter profundamente reaccionario de la burocracia sindical. Al contrario, cada uno atiende su juego. Y ambas partes le importan muy poco los trabajadores. Lo que ha cambiado es la coyuntura económica.

En este sentido, nada mejor que examinar algunos lugares comunes que se esgrimen al momento de abordar el tema de la huelga: 

1) Hugo Moyano es el responsable de todo.

Tanto el gobierno “nacional y popular” como la oposición encarnada en los periodistas ebde CLARÍN y LA NACIÓN tiende a presentar a Moyano (me corrijo, a los Moyano) como el único responsable de la medida de fuerza. Dicho de modo más claro: Moyano provocó un conflicto para mejorar su posición con vistas a la elección de Secretario General de la CGT a celebrarse en julio del corriente, y para lograr ser visualizado como el líder de la oposición al “kirchnerismo” en las filas del PJ. Moyano tiene ambiciones políticas que van mucho más allá del movimiento obrero y mueve las piezas (su sindicato y los aliados) para concretarlas. Estamos, pues, ante un capricho de la voluntad de un hombre que quiere ser más de lo que es.

La explicación del conflicto resumida en el párrafo anterior tiene la ventaja de que permite esconder bajo la alfombra cuestiones consideradas tabú. Moyano, a quien de ningún modo vamos a negarle la condición de burócrata sindical, sabe que para pararse a confrontar de manera frontal con el gobierno es preciso contar con el apoyo de los trabajadores. Ahora bien, los titulares de los diarios y los zócalos de los programas televisivos prefieren hablar exclusivamente de Moyano y dejar en la oscuridad todo lo demás. Por motivos diferentes, el monopolio oficial y el monopolio encarnado en la “corpo” (CLARÍN y cía.) coinciden en endiosar a Moyano. Ahora bien, si se quiere salir de lo obvio (Moyano tiene ambiciones políticas, ¡chocolate por la noticia!), es preciso entender las razones por las que los trabajadores camioneros acatan la huelga convocada por Moyano. Decir que simplemente siguen a su líder y/o que son víctimas de las presiones de éste es un recurso demasiado sencillo.

2) Nunca un gobierno hizo tanto por los trabajadores como el de los Kirchner.

Esta afirmación, difundida por los defensores del gobierno, implica, de paso, acusar de ingratitud a los trabajadores. Si el gobierno se deslomó para mejorar la situación de la clase obrera, los trabajadores que paran son culpables de ingratitud y/o ceguera política al no comprender todo lo bueno que el “kirchnerismo” hizo por ellos. Las medidas de fuerza como el paro nacional de la CTA el 8 de junio, o este paro de camioneros, se explican por las ambiciones desmedidas de los dirigentes. Todo esto es muy lindo, pero oculta que en la actualidad el 35% de los trabajadores se hallan “no registrados” (eufemismo para designar un sinfín de situaciones de precariedad), que los salarios se hallan erosionados por una inflación que se encuentra cercana al 25% anual, que el impuesto a las ganancias (¡!) carcome los sueldos de una parte importante de los trabajadores, que el sistema de transporte se encuentra colapsado y pone en riesgo la vida de los usuarios, que el sistema de salud está pensado para quienes tienen dinero para pagarlo, que la vivienda propia es casi inaccesible para quien vive de un salario. Es posible que los trabajadores sean ingratos, pero el gobierno “nacional y popular” no se ha distinguido precisamente por su generosidad. Hay que recordar que la reactivación económica argentina se dio en el marco de una fuerte devaluación que redujo los salarios a su mínima expresión y que a lo largo de toda esta etapa de crecimiento se mantuvo la legislación laboral menemista (incluido el sistema de ART – Aseguradoras de Riesgo de Trabajo -).

Moyano sabe todo lo anterior y lo utiliza en esta coyuntura. Ninguno de sus reclamos es novedoso (salvo para algunos funcionarios, para quienes el movimiento obrero es una especie de dimensión desconocida). Moyano fue el principal aliado del “kirchnerismo” en el movimiento obrero entre 2003 y 2010, aunque ahora sea presentado como un exponente de la nefasta década del ’90. Su ruptura con Cristina Fernández tuvo por motivo el rechazo del dirigente sindical al lugar, absolutamente secundario, que la presidenta le otorgó al sindicalismo peronista en las filas de su segundo gobierno. Hasta ese momento, Moyano ignoró muchos de los reclamos que ahora levanta como bandera de batalla.

3) El reclamo de Moyano es legal, pero la forma adoptada perjudica al conjunto de los argentinos.

Esta afirmación es interesante por lo que dice acerca de la posición política de quien lo formula. Todo reclamo social implica perjuicios para otros, en buena medida porque vivimos en una sociedad donde la explotación y la desigualdad son las normas cotidianas. Guste o no, un reclamo debe molestar para ser atendido. El movimiento obrero argentino tiene una larga tradición de medidas de acción directa, y es muy dudoso que las conquistas sociales hubieran podido obtenerse sin recurrir a esta metodología de lucha. El peronismo surgió como movimiento político de una gigantesca huelga y movilización popular (el 17 de octubre de 1945), y a lo largo de su historia se caracterizó por promover (a través de su “columna vertebral”, el movimiento sindical) medidas de acción directa con el fin de obtener satisfacción a diversos reclamos gremiales. Algún memorioso recordará las ocupaciones de fábricas promovidas por la CGT durante la presidencia de Illia. El piquete ha sido una herramienta de lucha desde los orígenes mismos del movimiento obrero argentino, y su uso se extendió en la última década a otras clases sociales (¿es preciso recordar las patotas del empresariado rural que en 2008 saturaron de piquetes las rutas impidiendo el abastecimiento de las ciudades?). 

¿Por qué entonces el gobierno “nacional y popular” pone el grito en el cielo frente a los piquetes de Moyano? Existe, por supuesto, un riesgo evidente de desabastecimiento de combustible, pero también es verdad que el gobierno no ha sido muy proclive a negociar y es, por tanto, tan responsable como los dirigentes de camioneros. Moyano no es el Che Guevara ni Agustín Tosco. No se propone subvertir el orden social. ¿Por qué no ha podido llegarse a un acuerdo? Una respuesta posible pasa por comprender que el margen de negociación se ha angostado a partir de la crisis que experimenta el modelo de acumulación de capital vigente en el país. Ya no es tan fácil imponer aumentos salariales cercanos a la inflación anual. 

El problema no se reduce a Moyano. Ya mencionamos el paro de la CTA el 8 de junio pasado. En esa oportunidad, el Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, dijo que la medida de fuerza sólo servía para molestar a los automovilistas. En esta nueva versión del peronismo, el movimiento obrero no es “columna vertebral” ni nada parecido. Muchos de los dirigentes que ahora pregonan la necesidad de la “emancipación nacional y social” consideran que el movimiento político es un factor secundario en la política nacional. El “kirchnerismo”, en tanto variante peronista del progresismo argentino, está obligado a defender la subordinación del movimiento obrero a las necesidades del capital. Cristina Fernández se cansó de decir que los trabajadores tenían que estar agradecidos por tener trabajo. Para el “gobierno nacional y popular” los trabajadores tienen que trabajar y punto. Nada de veleidades tales como comisiones internas o delegados que se inmiscuyen en los asuntos de la empresa. Es por eso que en este momento, y con vistas a la elección del Secretario General de la CGT en julio, el “kirchnerismo” se siente más cerca de los viejos “demócratas” del movimiento obrero como Lezcano (Luz y Fuerza) y Barrionuevo (Gastronómicos). Moyano quiere una cuota de poder mayor, y ha sido defenestrado. Y por enésima vez aclaramos que el dirigente de los camioneros no es Agustín Tosco.

Frente al paro de los camioneros, el gobierno “nacional y popular” optó por acusar a los Moyano de desestabilización, de violar las reglas de juego y de perjudicar al conjunto de la población con medidas irracionales que ponen en juego el abastecimiento de combustible. Se trata de frases poco menos que curiosas al ser hechas a un dirigente que permitió la consolidación del “kirchnerismo” y que salió en defensa del mismo en coyunturas como la generada por la Resolución 125 en 2008. Es cierto que la política es dinámica, pero no parece muy creíble un relato que demoniza a uno de los actores de la situación, máxime si ese demonio era el aliado de dios en el capítulo anterior.

Las afirmaciones del gobierno muestran, en todo caso, la vigencia de un relación de fuerzas sociales instaurado a sangre y fuego en 1976. La dictadura aplastó a la clase obrera, aniquilando a los militantes que proponían discutir la dominación del capital y no solo el monto de los salarios. Uno de los corolarios de esa derrota fue la generalización de la opinión de que la clase trabajadora y los sectores populares eran impotentes en términos políticos. Sólo la alianza con el capital puede garantizar la “gobernabilidad”. En dicha alianza, los sindicalistas son convidados de piedra a los que se compra para que no chillen demasiado.  Cristina y la “nueva militancia” son herederos directos de esta concepción, y ello explica, en parte, los continuos exabruptos cometidos por la presidenta toda vez que tiene que referirse a los trabajadores.

Queda por explicar, por cierto, en qué momento la Gendarmería y las Fuerzas Armadas se han transformado en los agentes de la “emancipación nacional y social”. Aunque la explicación parece cada vez más innecesaria.

Buenos Aires, jueves 21 de junio de 2012

viernes, 15 de junio de 2012

ÚLTIMAS NOTICIAS DE LA HERMANDAD LATINOAMERICANA: LA COMPRA DE ACCIONES DE YPF POR CARLOS SLIM


La hermandad latinoamericana, la unidad tan soñada por los héroes de la independencia, se va realizando poco a poco en este nuevo tiempo que nos toca vivir. Después de tanto sufrimiento, de dictaduras, golpes de mercado y neoliberalismo, llega al fin la hora de la “emancipación nacional y social”. No se trata, como en otros tiempos, de palabras vacías. Los hechos comienzan a demostrar el nuevo curso de la historia.

Pero la realidad adopta formas extrañas, que no quieren ser reconocidas por sus creadores. Razones tendrán para ello…


Pasemos ahora del reino de la ironía al mundo de lo real. 


En el día de hoy, los diarios trajeron el anuncio de que el multimillonario mexicano Carlos Slim, considerado el hombre más rico del mundo, adquirió el 8,36% de las acciones de YPF. Slim compró las acciones a través de una de sus compañías, el Banco Inbursa, y se hizo en dos etapas. Las acciones adquiridas pertenecían a la familia Eskenazi, quienes fueron entronizados en su momento a la condición de héroes de la “burguesía nacional” por el finado don Néstor Kirchner. 

Hace un tiempo, la familia Eskenazi demostró que en el capitalismo se puede comprar parte de la propiedad de una empresa sin desembolsar un peso, cosa que demuestra que el sistema brinda oportunidades a todo el mundo. ¿Cómo pudo ser esto? Le damos la palabra al periodista Fernando Krakowiak: 

“El Grupo Petersen, controlado por la familia Eskenazi, llegó a tener el 25,46 por ciento de YPF. En febrero de 2008 adquirió un 14,9 por ciento por 2235 millones de dólares y para concretar la operación se financió con el aporte de un pool de bancos y de la propia Repsol. En noviembre de ese mismo año puso 100 millones para elevar su participación al 15,46 por ciento y, en mayo de 2011, hizo uso de la opción que tenía por otro 10 por ciento, llegando al mencionado 25,46 por ciento, también con dinero prestado (1304 millones) por Repsol y un grupo de bancos. Esa deuda, los Eskenazi la estaban cancelando con las propias utilidades de YPF, pero luego de la expropiación el Gobierno adelantó que no se distribuirían ganancias entre los accionistas para fortalecer las inversiones de YPF. Finalmente, los Eskenazi no pudieron cumplir con los vencimientos de deuda y los bancos y Repsol ejecutaron las garantías y se quedaron con esos papeles. Una parte de las acciones que cayeron en poder de los bancos es la que ahora posee Carlos Slim a través de Inbursa y de Inmobiliaria Carso.” (Página/12, 15 de junio de 2012).

En otras palabras, la familia Eskenazi (Grupo Petersen) se convirtió en propietaria de un cuarto del total de las acciones de la empresa más grande de nuestro país sin poner un peso. Fascinante, ¿no? Y esta maravilla se hizo efectiva durante el gobierno “nacional y popular” (años 2008 y 2011). No creo necesario decir mucho más, salvo que la incorporación a YPF de una burguesía tan emprendedora como los Eskenazi no contribuyó un ápice a mejorar la situación energética del país, pero si engrosó los bolsillos de la mencionada familia. Cuando Cristina Fernández decidió expropiar a Repsol el 51% de las acciones de la YPF, también resolvió que la empresa dejara de repartir dividendos entre los accionistas (había que fortalecer las inversiones en la empresa). Cuando la familia Eskenazi se dio cuenta de que no tenía más dividendos para pagar la deuda contraída para pagar la compra de las acciones de YPF, tomó la heroica decisión de dejar de pagar la deuda (en criollo, no poner un peso propio, como hizo todo este tiempo). Sucedió entonces lo inevitable. Los acreedores se quedaron con la porción de las acciones que correspondía a las cuotas impagas. Esas son las acciones que compró, a su vez, Slim. 

El ingeniero Miguel Galuccio (actual CEO de la YPF “nacional y popular”) saludó alborozado la llegada de Slim. Galuccio tiene motivos bien concretos. El Estado nacional no puede seguir pagando las importaciones de combustibles generadas por la política de la YPF “neoliberal” de Menem, Néstor Kircher y Cristina Fernández (digo esto haciendo referencia a que YPF fue controlada por Repsol durante la presidencia de estas personas), y tampoco dispone de los fondos necesarios para invertir en exploración de nuevos pozos. En consecuencia, la YPF “nacional y popular” de Cristina Fernández precisa con urgencia de inversiones extranjeras para poder salir adelante. Las multinacionales petroleras negocian desde una posición de fuerza, pues quieren el oro y el moro, aprovechando que la heroica “expropiación” dio una pátina “alocada” al gobierno argentino. La compra de acciones por Slim fue interpretada por Galuccio como un gesto hacia los mercados financieros, que puede favorecer la negociación con las multinacionales petroleras.

Slim, como es obvio, no actúa por un sentimiento de hermandad latinoamericana. Se calcula que su fortuna personal es de 69.000 millones de dólares. La compra de acciones de YPF le costó cerca de 330 millones de dólares. Slim “arriesgó” muy poco. Como botón de muestra basta decir que el grupo Eskenazi “abonó” un precio de 38,1 dólares por acción en febrero de 2008. Hoy, Slim pagó 11,1 dólares por acción. Conducta emprendedora, como acostumbran decir en esta época. Conocedor de la debilidad de YPF, Slim apuesta a pescar a río revuelto. No le falta, por cierto, poder de fuego.

Para completar esta epopeya: En su momento, la familia Eskenazi se endeudó con Repsol para “comprar” su parte de YPF. Como la familia Eskenazi dejó de pagar sus deudas, Repsol volvió a apropiarse de esas acciones. Gracias a esto, en el día de la fecha Repsol pasó a controlar otro 5,6% de las acciones. De modo que Repsol es propietaria del 12% de las acciones de YPF. 

Todo un logro de la “emancipación nacional y social”.

A despecho de los discursos, en América Latina la burguesía está más viva que nunca. No es ninguna novedad. 

Pero es bueno reconocerlo.


Buenos Aires, viernes 15 de junio de 2012

miércoles, 13 de junio de 2012

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE EL PLAN DE VIVIENDA PROCREAR


En el día de ayer, el gobierno de Cristina Fernández lanzó el  Plan de Vivienda Pro. Cre. Ar.

Es muy pronto para analizar el Plan, debido a que se trata de un anuncio y para hacer un análisis preciso es necesario contar con datos más concretos. Pero sí es posible hacerse algunas preguntas, a pesar de que las mismas puedan resultar chocantes para algunos. 

Ante todo, cabe decir que en los discursos de ayer (hablaron Cristina, Kicillof y Bossio) resulta sorprendente la ausencia de toda referencia a la magnitud del déficit de vivienda en la Argentina. Hasta donde sabemos, dicho déficit es muy grande y afecta sobre todo a los trabajadores y sectores populares que residen en las grandes ciudades. Un par de años atrás, la toma del parque Indoamericano reveló las dimensiones que había alcanzado el problema. Luego, todo volvió a la “normalidad” expresada en la frase “de esto no se habla”. Si ahora se lanza un plan de vivienda de alcance nacional, ¿no corresponde tener datos concretos y precisos sobre la magnitud del déficit, para tener claro si la cantidad de viviendas que se proyecta construir es suficiente para resolver el problema? 

También brillaron por su ausencia las indicaciones acerca de en qué zonas del país se concentra el déficit de viviendas. Sin esta información, ¿cómo es posible establecer si los inmuebles y terrenos fiscales incluidos en el Plan se encuentran ubicados en las zonas en las que es más acuciante la falta de viviendas? Al no contar con esta información, se corre el riesgo de que el Plan adquiera cada vez más el carácter de medida tomada al voleo.

Dejando de lado la cuestión anterior, ¿no sería conveniente planificar que en las zonas en las que se va a construir – aquellas en las que hay terrenos fiscales disponibles, no me refiero aquí a los individuos que ya poseen un terreno y que quieren usar los créditos para edificar su vivienda allí – existan fuentes de trabajo? Porque, de no hacerlo, ¿quién podría asentarse allí? Construir viviendas supone construir la infraestructura social imprescindible para que los habitantes de esas viviendas puedan ocuparlas.

Y mientras se construyen las viviendas… ¿qué pasa con quienes esperan para habitarlas? Como a los seres humanos les sienta mal la intemperie (al margen, ¿los lectores se han tomado el trabajo de observar cuántas familias viven a cielo abierto en este bendito país?), deben contar con algún lugar para refugiarse. En otras palabras, muchos seguirán disfrutando de las bondades del alquiler de viviendas. ¿No sería un buen momento como para que la “revolución cultural” del kirchnerismo se animara a tocar el régimen de alquileres, mejorando la situación de los inquilinos? 

Cristina, Kicillof y Bossio puntualizaron en sus discursos el carácter económico del Plan, que pretende promover la actividad económica mediante la inyección de fondos estatales vía créditos. Si se acepta esto, cabe la pregunta: ¿la vivienda es un derecho o una mera herramienta de política económica? Si la vivienda fuera un derecho, y el Estado tuviera como objetivo primordial satisfacer los derechos de quienes construyen a diario la riqueza de este bendito país, el Plan de Viviendas hubiera figurado como prioridad para los Kirchner desde 2003. Pero no fue así. En cambio, se lanza ahora como herramienta contracíclica, es decir (y hablando en criollo) como instrumento para contrarrestar el parate de la actividad económica.

La construcción de las viviendas, así como también la provisión de materiales para la misma, queda en manos de las empresas privadas. De este modo, se pretende promover la inversión y, otra vez, incrementar la actividad económica. No hay motivo para la queja, pues, como dijo Cristina, “esto es capitalismo”. No obstante, es interesante preguntarse entonces si ¿la vivienda es un derecho de los seres humanos o una mercancía? Tal vez la pregunta resulte ociosa para algunos, pero es preferible molestar a quien no quiere ser molestado. 

Está visto que quienes construyen la riqueza de este bendito país no tienen derecho a la vivienda. Salvo en la medida en que esta sea pagada como mercancía. Es capitalismo, señor autor de esta nota, es capitalismo. Deje de preguntar tonterías y dedíquese a ganar dinero. Haga algo útil.

San Martín, miércoles 13 de junio de 2012

sábado, 9 de junio de 2012

COMBATIENDO AL CAPITAL: CRISTINA FERNÁNDEZ Y EL ROL DE LA NUEVA YPF


"Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo
combatiendo al capital"

La presidenta Cristina Fernández presentó al nuevo directorio de YPF, luego de la expropiación que desplazó a la multinacional Repsol de la conducción de la empresa. En otras notas ya me referí extensamente a la cuestión. Pero como la izquierda del kirchnerismo ha machacado una y otra vez acerca del significado “liberador” y “emancipador” de la expropiación de YPF, no está de más dedicar algún tiempo a examinar cómo la “jefa espiritual del movimiento” define la naturaleza de la “emancipación nacional y social” promovida por el “kirchnerismo”. Para ello tomaré el discurso de Cristina del 5 de junio pasado, fecha en que presentó el directorio de la nueva YPF, encabezado por Miguel Galuccio. Si bien en los párrafos que siguen haré uso abundante de la ironía, corresponde reconocer que Cristina ha sido siempre coherente en cuanto a su posición sobre el dominio del capital en la sociedad, y esta coherencia es pública y conocida. Sólo aquellos que desean ver la realidad según sus deseos pueden convertir a Cristina en una heroína de la emancipación social y a Néstor Kirchner en un compañero del Che y de Camilo en la Sierra Maestra. Del “kirchnerismo” pueden decirse muchas cosas, pero de ningún modo puede sometérselo a la calumnia de afirmar que le falta el respeto al capital. 

En los párrafos que siguen prescindo de todo otro material que no sean las palabras de Cristina en el discurso que pronunció con motivo de la presentación del nuevo directorio de YPF. Considero que las mismas son tan significativas que merecen una atención especial, sobre todo en tiempos en los que la militancia "kirchnerista" ha elevado a la figura de Cristina al rango de una especie de "madre de la patria".

Para empezar el analisis es preciso recordar algo que, de tan conocido, resulta ya banal. Todos sabemos que los empresarios hacen negocios para ganar dinero o, dicho de modo más preciso, para apropiarse el plusvalor generado por los trabajadores. Se puede ser marxista o liberal, pero no puede afirmarse, salvo que se padezca un grado extremo de candor, que los empresarios consideran a sus empresas como entidades de beneficencia o  instrumentos de bienestar social. Las empresas están para ganar, y para ello, aunque no sea agradable decirlo, deben explotar a los trabajadores. Si esto es así, hablar de “emancipación social” implica, como mínimo, la necesidad de confrontar con el capital. En algunos casos, dicha confrontación será tibia y tendrá por objetivo ponerle límites al capital (opción reformista); en otros casos, la lucha girará en torno a la supresión del poder del capital para dictar sus reglas al conjunto de la sociedad, y se hará efectiva en la exigencia de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción (opción revolucionaria). Corresponde aclarar que aún los reformistas consecuentes, que no creen que sea preciso (o posible) suprimir la propiedad capitalista, están de acuerdo, sin embargo, en reconocer que el capital es un mal, aunque necesario. 

El caso de Cristina es diferente. Según ella, el capital (entendido como el poder de los empresarios para organizar la producción) es un componente ineludible de todo proceso productivo racional. La “emancipación social” es conducida por el Estado y los empresarios, y la explotación de los trabajadores pasa a ser, por tanto, uno de los logros de esa “emancipación social”. Si el lector sospecha que esto es una exageración, lo invitamos a leer los siguientes pasajes del discurso mencionado al principio de este artículo: 

uno de los principales problemas que hemos tenido y que todavía vemos es cómo se abandonó el concepto de capitalismo. Sí, se abandonó el concepto de capitalismo, que es la interacción entre el capital, el trabajo, la producción de bienes y servicios para solamente dedicarse a lo estrictamente financiero y pensar que el dinero podría reproducirse a sí mismo sin intervenir en el circuito de producción de bienes y servicios.”

Luego de más de dos siglos de luchas entre capital y trabajo, Cristina descubre que la emancipación social” no se logró todavía porque hemos abandonado el concepto de capitalismo. El capitalismo constituye, por tanto, la forma de organización social que garantiza la “liberación” de los seres humanos de la opresión y de la explotación (¿acaso no es este el significado del concepto de “liberación social”?). Pero como Cristina es una persona inteligente, se da cuenta de que el capitalismo ha producido enormes desastres en el mundo. Para evitar entrar en contradicción, plantea que la “emancipación social” no se logra con cualquier capitalismo, sino sólo con el verdadero capitalismo, aquél que se basa en la producción y no en el capital financiero. Cristina sostiene, por tanto, que no hay explotación en el proceso de trabajo, sino que éste es simplemente una “interacción” entre capital y trabajo. 

La presidenta no se queda en generalidades y da, más adelante, su descripción de cómo debe ser esa interacción virtuosa entre capital y trabajo en el caso de YPF: 

eso no significa que los contratistas tengan que trabajar a pérdida con la empresa. Nadie les va a pedir eso a ningún empresario, pero sí vamos a exigir eficiencia, tecnología, inversión, rentabilidad adecuada y también productividad a nuestros trabajadores, porque además son hoy de los mejores remunerados en el país.”

Traducido al criollo. En la interacción virtuosa entre capital y trabajo, a los empresarios les corresponde obtener ganancias (¡a quién se le ocurre que el capital pueda sufrir pérdidas!) y para ello es preciso que inviertan. Para los despistados: “exigir” inversiones parece mucho, pero no es más que un cacareo inofensivo para el capital. En una economía capitalista, la clase capitalista en su conjunto tiene la obligación de invertir, pues sólo con la inversión se pone en marcha el proceso productivo. Y es, justamente, el proceso productivo la fuente de dónde sale el plusvalor, cuya apropiación constituye la base misma del poder de los capitalistas. Sin inversión no hay producción. Sin producción no hay plusvalor. Sin plusvalor no hay dominación capitalista. ¿Y el dominio del capital financiero mentado por Cristina? No voy a negar el peso del capital financiero en una economía capitalista, pero si se entiende por capital financiero al dominio de los bancos sobre la economía (es una mala definición, pero la usamos porque es la que emplean los militantes de la “izquierda kirchnerista”) corresponde indicar que los bancos no producen nuevo valor, sino que se apropian valor ya producido. Para que los bancos puedan apropiarse una porción creciente del plusvalor, es preciso que ese plusvalor sea producido. Y el plusvalor es producido gracias a la EXPLOTACIÓN de los trabajadores. Cristina sabe esto, pero de ningún modo concibe al proceso de producción como un proceso en el que la clase capitalista explota a la clase trabajadora. Es por eso que, a la vez que les pide a los empresarios que “exploten a los trabajadores” (el pedido de que inviertan tiene que leerse de este modo, pues vivimos en una economía capitalista, a despecho de la puesta en marcha de la “emancipación nacional y social”), solicita a los trabajadores que se dejen explotar con alegría. “Muchachos, sean más productivos, déjense explotar un poquito más, para eso se los remunera mejor”, parece decir una Cristina nacional y popular. La “emancipación social” alcanza su clímax: ganancias para los empresarios, mayor explotación de los trabajadores a cambios de mejores remuneraciones para que se dejen explotar mejor. Prostitúyanse, pero que sea a cambio de una buena suma, así aportamos a la “emancipación” de los sufridos laburantes de nuestro querido país.

Pero la “emancipación social” exige esfuerzo. Las “mejores remuneraciones del país” deben ser sacrificadas en pos del ideal:

Lo que viene a plantear el ingeniero Galuccio como un desafío no solamente a los trabajadores de quienes necesitamos el mayor grado de productividad y de apoyo y trabajo a la empresa, que es apoyarse a ellos mismos. (…) en realidad éramos una empresa petrolera que comenzó a dar pérdidas. Por eso es importante el compromiso de los trabajadores.”

No hay dudas de que Cristina tiene razón. En una empresa en la que el dinero para las inversiones va a ser aportado por los contratistas privados, y dado que dichos contratistas van a pedir el oro y el moro como condiciones para invertir (léase la garantía de obtener grandes ganancias), es lógico que el Estado se ponga duro con los trabajadores. Total, ellos aportan “solamente” su trabajo para la empresa, y esto cotiza poco en el mundo de la “emancipación nacional y social”. Para Cristina, la interacción entre capital y trabajo implica que los trabajadores acepten los mandatos del capital, a tal punto que terminen por identificar al capital con ellos mismos. Dicho de otra manera, el trabajo se “libera” en la medida en que acepta que su conciencia tiene que ser la del capital.

La “emancipación nacional y social”, la “recuperación de la soberanía” son tan palpables que, incluso,  pueden ser mensuradas:

“si bien la locutora oficial me anunció como siempre lo hace, con ese énfasis y fervor, como: “la Presidenta de los 40 millones de argentinos”, hoy acá más que como Presidenta de los 40 millones de argentinos vengo como representante del 51 por ciento, me tomo el atrevimiento de asumir también la representación de los estados federales. (…) Así que en realidad más que como Presidenta vengo a hablar en representación de los principales accionistas, que no es poca cosa. ” (El resaltado es mío)

No es poca cosa, en verdad…

Si la “emancipación social” consiste en la plena aceptación de la mentalidad del capital, es coherente anteponer la participación en el paquete accionario de una empresa a la soberanía popular. Aceptado esto, el corolario es la generación de un clima favorable a las inversiones de los capitalistas:
 
“La Argentina en materia de libertad para invertir, en el G-20 solamente es superada por Alemania; en el resto de los países del G-20 hay más restricciones para la inversión extranjera que en la República Argentina. Y son datos de la OCDE, no son datos nuestros. Pero además en un conjunto de aproximadamente 60 países, en los cuales obviamente están el grupo de los ocho, de los nueve, de los diez, de los que quieran estamos contando desde los que más libertades tienen para la inversión extranjera, nosotros en 11 lugar, en el décimo primer lugar, solamente superados en toda América por Colombia y pegado a nosotros. Esto para aquellos que hablan de restricciones a las inversiones, etc., etc. Y también un informe muy importante en la calidad de nuestras inversiones: somos el país – entre Brasil, nosotros, Perú, Colombia, y otros países – de mayor porcentaje en inversiones de alta densidad tecnológica, 51 por ciento.” (El resaltado es mío).
            
La “emancipación nacional” es sinónimo de una legislación favorable a las inversiones extranjeras. En ideario nacional y popular, las palabras adquieren significados verdaderamente curiosos…

Quienes piensen que todo esto no es más que la aceptación de las condiciones que impone el capital para invertir y explotar a los trabajadores, no entienden la astucia de Cristina. La conductora indica que todo esto forma parte de un nuevo modelo de organización de la producción:

“el mercado ha advertido que los países ya no quieren desprenderse de sus reservas y que se las manejen privadamente, en todo caso están dispuestos a asociarse con quienes las operen, a través de tecnología, y de esta manera lograr rentabilidad o un ganador-ganador, win to win, que es en definitiva lo que estamos proponiéndole hoy al mercado, desde esta YPF y por eso hemos adoptado el modelo del 51 por ciento. Hubiera sido más fácil, tal vez, estatizar, nacionalizar, no estar bajo el control o la mira de la Comisión Nacional de Valores, de la bolsa local, o de nada menos que la Bolsa de Nueva York.” (El resaltado es mío).

No se trata, como dicen las malas lenguas, de que el Estado no tiene un cobre para invertir en YPF. Afirmar esto sería poco patriótico. Es mejor plantear que las condiciones de la expropiación han sido impuestas por el gobierno nacional y popular, y que atraer a esas instituciones filantrópicas (las multinacionales petroleras) es una movida genial destinada a asegurar la “emancipación social”. 


Luego de las aclaraciones anteriores, queda claro que la "emancipación social" que nos propone Cristina supone la creación de un "hombre nuevo". Claro que este hombre nuevo se parece poco al imaginado por el Che. Veamos cómo lo describe la señora presidenta:

“lo más terrible de todo es que nos estamos peleando adentro del zoológico por mercados que ya tenemos y resulta ser que hay millones y millones en  el mundo que están esperando todavía energías, alimentos, en continentes olvidados como el África, en el propio gigante asiático que todavía faltan de incorporar, en nuestra propia región de la América del Sur en la cual todavía tenemos que incorporar a muchos compatriotas latinoamericanos a mejores condiciones de vida, o sea tenemos gentes que está apta para consumir y también apta para trabajar, y si puede trabajar también puede generar riqueza porque hay que retornar al viejo apotegma capitalista, lo que acumula riqueza es el trabajo. Entonces tenemos que tener mucha gente que trabaje para que también consuma al mismo tiempo y que la sociedad funcione armónicamente. (…) Para eso vamos a necesitar empresas que reinviertan sus utilidades; para eso vamos a necesitar empresas que también adviertan que es imposible tener rentabilidades del 20 o del 25 por ciento; que tenemos que volver a números normales por lo menos hasta que se normalice el mundo, porque si no, las cosas no van a ir bien en el mundo.”

Este “hombre nuevo” no busca la liberación de todos los seres humanos, sino que es un emprendedor que recorre cada rincón del mundo buscando… oportunidades para hacer negocios. El “hombre nuevo” no se nutre de experiencias que enriquecen y desarrollan su personalidad. Cristina es demasiado moderna para caer en antigüedades obsoletas. El “hombre nuevo kirchnerista” se nutre del consumo, que desarrolla el bolsillo de los empresarios al realizar el plusvalor contenido en las mercancías. Si no podemos cambiar el mundo, por lo menos podemos cambiar el auto y el televisor. Es algo…

Y lo mejor de todo: para construir el “hombre nuevo” no hace falta ninguna revolución ni nada por el estilo. Mejor dicho, sí hace falta una “revolución cultural”: consiste en que los empresarios inviertan y en que los trabajadores. Cada cual a su función “natural”. 

Frente a la “emancipación social” propuesta por la presidenta, nada mejor que recordar los versos del gran Discepolín:

“Cuando estén secas las pilas / de todos los timbres / que vos apretás / buscando un pecho fraterno / para morir abrazao… / Cuando te dejen tirao / después de cinchar / lo mismo que a mí. / Cuando manyés que a tu lado / se prueban la ropa / que vas a dejar… / Te acordarás de este otario, / que un día, cansado, / ¡se puso a ladrar!


Buenos Aires, sábado 9 de junio de 2012

sábado, 2 de junio de 2012

PROUDHON, O EL DISCRETO ENCANTO DE LA PEQUEÑA BURGUESÍA: LA CARTA DE MARX A ANNENKOV (I)


 "La acción práctica y violenta de las masas es la única que
 puede resolver los conflictos de la sociedad moderna."
Karl Marx (1818-1883), 
versión modificada de un 
pasaje de la carta a P. V. Annenkov

Karl Marx (1818-1883) y Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) se querían poco y nada. A un breve período de amistad, cuando Marx emigró de Alemania y se radicó en París (1843), le siguió una larga historia de confrontación teórica y política, que se prolongó, por parte de Marx, hasta después de la muerte de Proudhon.

Marx y Proudhon eran personalidades bien diferentes, a punto tal que puede decirse que eran tan incompatibles como el agua y el aceite. También es cierto que Marx admiró inicialmente a Proudhon. Cuando se conocieron, Marx era un joven de 25 años, Doctor en Filosofía, un perfecto desconocido en Francia, que estaba completando su acercamiento al movimiento obrero y al socialismo. Proudhon, en cambio, tenía 35 años y ya había alcanzado la fama con su libro ¿Qué es la propiedad? (1840). En verdad, cabe decir que Proudhon mostró gran deferencia al acercarse a ese alemán ignoto, que conocía a la perfección el “oscuro” lenguaje hegeliano. Hegel y el movimiento obrero fueron los imanes que posibilitaron la aproximación de ambos intelectuales. Marx estaba ávido por conocer de primera mano al autor de una obra que había sometido a una crítica feroz a la institución de la propiedad y por tener noticias de primera mano del movimiento obrero francés; Proudhon, siempre dispuesto a conocer nuevas ideas en tanto autodidacta, sentía curiosidad por la filosofía hegeliana. Sin embargo, existían también fuertes motivos que tendían a alejarlos. Marx tenía una profunda aversión por el diletantismo intelectual, y Proudhon entraba con creces en esa calificación; además, Marx poseía un carácter irascible, cosa que no contribuía al mantenimiento de una amistad duradera con personas como el francés. Proudhon, por su parte, profesaba una desconfianza visceral hacia los intelectuales (en especial los egresados de las universidades), pues era un hombre que se había hecho a sí mismo. Como si esto no bastara, pensaba que los intelectuales eran incapaces para entender al pueblo.

La ruptura entre ambos era inevitable y, por supuesto, ocurrió. No obstante, el corte de la amistad entre ambos no produjo el olvido recíproco. Al contrario, los dos se ocuparon de recordarse constantemente la bronca que se tenían. Como era de esperarse, Marx llevó la delantera y se ocupó de cubrir la figura de Proudhon de una larga serie de epítetos descalificatorios.

Hasta aquí el costado anecdótico de la relación entre Marx y Proudhon. Todo esto tiene muy poca importancia desde el punto de vista de la crítica de la sociedad capitalista. A pesar de ello, puede afirmarse que Proudhon, de manera involuntaria, jugó un rol fundamental en el desarrollo de la teoría marxista. Lejos de un mundo cartesiano de jugadores de ajedrez, la confrontación Marx-Proudhon sirve para mostrar que la bronca puede jugar un papel en el desarrollo de las teorías sobre la sociedad.

Proudhon sirvió de estímulo negativo a Marx en dos momentos centrales de la producción intelectual del fundador del materialismo histórico: 

a) en 1846-1847, cuando la publicación del libro Sistema de las contradicciones económicas, o Filosofía de la Miseria (1846), obligó a Marx a poner por escrito, en un trabajo destinado a la publicación, sus concepciones sobre la sociedad, la economía y la dialéctica. Su Miseria de la filosofía (1847) constituye, a pesar de su formato polémico, la primera exposición sistemática de la teoría marxista de la sociedad que pudo ser conocida por el público. En este sentido, representa la síntesis del trabajo desplegado en multitud de manuscritos y artículo redactados en el período 1843-1846. Y fue Proudhon el promotor no querido de la elaboración de esta pequeña obra maestra;

b) en 1857-1858, cuando la crítica de la teoría de la moneda del proudhoniano Alfred Darimon condujo a Marx a emprender la redacción del manuscrito conocido como Grundrisse. Para esa época, Marx estaba convencido de que una crisis económica desataría una nueva revolución europea, y el estallido de la crisis comercial de 1857 lo puso en un estado febril, pues quería dotar al proletariado europeo de herramientas teóricas para afrontar los desafíos del período revolucionario. En ese contexto, Marx pensaba que era de vital importancia someter a una crítica implacable a las ideas de Proudhon, cuyas posiciones opuestas a la acción política de la clase trabajadora tenían una fuerte influencia sobre el proletariado francés. 

A despecho o a causa de su carácter pequeñoburgués, el proudhonismo se convirtió en la corriente ideológica más influyente entre la clase obrera francesa hasta la masacre que marcó el aplastamiento de la Comuna de París (1871). Ganar a los trabajadores franceses para el materialismo histórico implicaba necesariamente, hasta la década de 1870, confrontar con el proudhonismo. Si se tiene en cuenta que el marxismo era una corriente política revolucionaria y no un discurso teórico destinado a amenizar el té de la tarde, es clara la significación político-ideológica de la discusión con Proudhon y el proudhonismo.

La carta dirigida por Marx al intelectual ruso Pável Vasilievich Annenkov (1812-1887), fechada en Bruselas el 28 de diciembre de 1846, representa la primera crítica de conjunto de las concepciones de Proudhon. Marx residía por entonces en Bruselas (había sido expulsado de París por el gobierno francés) y acababa de leer el Sistema de contradicciones económicas. Annenkov, como todo intelectual ruso con simpatías por el liberalismo, se hallaba interesado en todas las novedades intelectuales, y había escrito a Marx preguntándole su opinión sobre dicha obra. Ni lerdo ni perezoso, Marx aprovechó la ocasión para despacharse a fondo. Y como suele suceder con las cartas y los escritos periodísticos de Marx, la profundidad del análisis excede largamente los marcos iniciales del trabajo.

Desde el punto de vista analítico, podemos distinguir dos momentos en la carta: uno negativo, en el que Marx somete a crítica las concepciones de Proudhon, y uno positivo, donde despliega sus ideas sobre la dialéctica, sobre el papel de las fuerzas productivas en la historia y hace una reivindicación de la política de masas como respuesta de la clase trabajadora al capitalismo. 

Marx plantea que la concepción de Proudhon adolece de tres defectos fundamentales: 

1) Idealismo.

2) Carácter a-histórico.

3) Carácter pequeñoburgués, que se manifiesta en el doctrinarismo y el apoliticismo de sus teorías.

Veamos cada uno de estos puntos.

La caracterización de Proudhon como idealista no es un tema menor. Marx sostiene que “el señor Proudhon no nos ofrece una crítica falsa de la economía política porque sea la suya una filosofía ridícula; nos ofrece una filosofía ridícula porque no ha comprendido la situación actual de nuestros días en su engranaje.” (p. 147). El idealismo de Proudhon no es una cuestión académica, sino que constituye la base para comprender la naturaleza de sus teorías. 

¿En qué consiste el idealismo proudhoniano?

Consiste en que, “a su modo de ver, el hombre no es más que un instrumento del que se vale la idea o la razón eterna” (p. 150). Según esta concepción, los seres humanos son títeres de las ideas, y esas ideas que los manipulan no son otra cosa que la ideología dominante (la ideología burguesa), convertida por Proudhon en expresión de la Razón eterna, de la Justicia, etc., etc. 

¿Cuál es la fuente del idealismo proudhoniano?

Marx indica dos fuentes, una de carácter gnoseológico, y otra referida a la condición de clase de Proudhon. Según la primera, atribuye a la “falta de conocimientos históricos” del francés la incapacidad de éste para ver que “las categorías económicas no son más que abstracciones de estas relaciones reales [que entablan los seres humanos al desarrollar sus fuerzas productivas] y que únicamente son verdades mientras esas relaciones subsisten. Por consiguiente, incurre en el error de los economistas burgueses, que ven en esas categorías económicas leyes eternas y no leyes históricas, que lo son únicamente para cierto desarrollo histórico, para un desarrollo determinado de las fuerzas productivas.” (p. 153). En otras palabras, la concepción idealista de Proudhon es producto de la ignorancia de la historia. Se trata de un razonamiento simplista, poco digno de Marx. Si se es consecuente con esta explicación, Marx, en vez de dedicarse a criticar a Proudhon, debería haberle dado clases de historia, para disipar sus errores en el campo de la teoría social. El conocimiento no nos hace libres… Sin quererlo, Marx incurre en otra variante del idealismo que tanto reprocha a Proudhon.

Pero en la misma carta, Marx esboza otra explicación del idealismo proudhoniano, la que resulta mucho más fructífera que la anterior, pues permite poner en relación las ideas (el idealismo) con una determinada posición social (la pequeña burguesía) que, a su vez, genera una praxis particular: “El señor Proudhon es de pies a cabeza un filósofo y un economista de la pequeña burguesía. En una sociedad avanzada, el pequeño burgués, por virtud de la posición que en ella ocupa, se hace socialista de una parte y economista de la otra, es decir, se siente deslumbrado por la magnificencia de la gran burguesía y experimenta a la vez simpatía por los sufrimientos del pueblo. Es al mismo tiempo burgués y pueblo. En su fuero interno se ufana de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que tiene la pretensión de distinguirse del término medio. Ese pequeño burgués diviniza la contradicción, porque la contradicción constituye el fondo de su ser. El no es otra cosa que la contradicción social en acción.” (p. 158). El idealismo ya no es un error (el producto del error), sino una manifestación de una determinada posición de clase. El idealismo proudhoniano surge en la condiciones de vida de la pequeña burguesía y no en los cielos platónicos. 

¿Qué consecuencias lleva aparejado el idealismo de la teoría social de Proudhon?

El idealismo hace que Proudhon sea incapaz de ver la naturaleza de la sociedad moderna, en el sentido de que sirve de barrera para percibir la relación entre las ideas económicas y sociales y la forma en que los seres humanos producen su existencia. Peor aún, la existencia práctica de los hombres (que es, a la vez, el único ambiente en que pueden desarrollarse las ideas – los académicos también tienen que ganar dinero para poder ir de compras al supermercado - ) queda reducida a una cáscara que envuelve a las ideas, que son concebidas como lo único verdaderamente importante: “Cuando el señor Proudhon reconoce que no comprende en absoluto el desarrollo histórico de la humanidad – como lo hace al emplear las palabras rimbombantes de razón universal, Dios, etc. -, ¿no reconoce también implícita y necesariamente que es incapaz de comprender el desarrollo económico? (p. 148). La industria, la fábrica, eran terra incognita para Proudhon. Sólo si se ignora, por ejemplo, el contenido de la relación asalariada se puede llegar a pensar que la explotación asalariada de los trabajadores es producto de la injusticia social.

El idealismo proudhoniano tiene su correlato en el carácter a-histórico del pensamiento del francés. Proudhon opone los buenos principios de la organización social a los malos principios, y puede hacer esto precisamente porque deja de lado la historia que hacen y viven los seres humanos. “El señor Proudhon sólo puede hacer una crítica dogmática, pues no concibe nuestras instituciones sociales como productos históricos y no comprende ni su origen ni su desarrollo.” (p. 153). Dicho de otro modo, Proudhon puede dedicarse a inventar una historia de los principios morales y éticos porque deja de lado la historia que crean y sufren los mortales con el sudor de sus frentes.

Dejar de lado la historia es coherente con la concepción proudhoniana de la propiedad y de la producción mercantil. A despecho de su famosa frase “la propiedad es un robo”, Proudhon fue un celoso defensor de la pequeña propiedad de campesinos, artesanos y tenderos. Su rechazo iba dirigido contra la gran propiedad y el monopolio. Proudhon quería la producción mercantil, pero ajustada a los pequeños productores. En lo posible, nada de fábricas, ninguna concentración de los medios de producción. Ahora bien, la producción capitalista no nace de un repollo. En el mundo occidental, la economía mercantil fue una condición necesaria para el desarrollo del capitalismo. De modo que no puede afirmarse que la economía mercantil sea un camino alternativo al capitalismo ni que el pequeño propietario constituya el sujeto de la revolución socialista. Pero este es el camino elegido por Proudhon. Para ello, se ve obligado a transformar al capitalismo en un problema moral (carácter injusto del monopolio) y a ignorar la historia, pues esta última muestra con claridad la falacia de las morales absolutas (del tipo de la “Justicia Eterna”).

El idealismo y la a-historicidad del planteo proudhoniano tienen sus raíces en la posición social y el comportamiento político de la pequeña burguesía francesa. Proudhon expresa la disconformidad de ese sector social ante la expansión del capitalismo. Marx señala que el doctrinarismo y el rechazo de la política son rasgos en los que se plasma esa visión pequeñoburguesa. Proudhon “hace lo que hacen todos los buenos burgueses. Todos ellos nos dicen que la competencia, el monopolio, etc., en principio, es decir, considerados como ideas abstractas, son los únicos fundamentos de la vida, aunque en la práctica dejan mucho que desear. Todos ellos quieren la competencia, sin sus funestos efectos. Todos ellos quieren lo imposible, a saber: las condiciones burguesas de vida, sin las consecuencias necesarias de estas condiciones. (…) para ellos, el hombre burgués es la única base posible de toda sociedad (…), no pueden imaginarse un estado social en que el hombre haya dejado de ser burgués.” (p. 156). 

Marx sostiene que el carácter pequeñoburgués de Proudhon se manifiesta en el doctrinarismo de sus teorías. En este punto, idealismo y mentalidad pequeñoburguesa van de la mano. Si la realidad social aparece como un misterio y/o el producto de la maldad de los monopolios, es comprensible que se la piense con frases y que se la resuelva también con frases. Así, Proudhon puede oponer la idea de justicia a la idea de injusticia. La pequeña burguesía no tiene una alternativa real a la organización capitalista de la sociedad; desde el punto de vista material, y librada a sus propias fuerzas, no puede hacer mucho más que rezongar contra la gran propiedad y proponer paliativos para las crisis periódicas de la pequeña propiedad (crisis que, por supuesto, acompañan el desenvolvimiento del ciclo económico). Las únicas clases que pueden dar respuesta a los problemas del capitalismo son la gran burguesía y la clase obrera. Proudhon, pequeño burgués por antonomasia, ni puede ir más allá del horizonte de su clase social: “El señor Proudhon es, pues, necesariamente, un doctrinario. El movimiento histórico que está revolucionando el mundo actual se reduce, para él, al problema de encontrar el verdadero equilibrio, la síntesis de dos ideas burguesas.” (p. 156).

Buenos Aires, sábado 2 de junio de 2012


NOTA:

Todas las citas de la carta a Annenkov han sido tomadas de la traducción española incluida en Marx, Karl. (1981). Miseria de la Filosofía: Respuesta a la 'Filosofía de la Miseria' del señor Proudhon. Moscú: Progreso (pp. 147-159).