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jueves, 3 de enero de 2013

RESPETANDO AL CAPITAL



Leonardo Grosso es diputado nacional y dirigente del Movimiento Evita, una de las organizaciones que constituyen el kirchnerismo. En el día de la fecha, el diario LA NACIÓN reproduce una entrevista que le realizó el periodista Gabriel Sued. Como Grosso es un exponente de lo que podríamos llamar la “izquierda” del kirchnerismo, resulta de interés comentar algunas de sus afirmaciones, en la medida en que expresan el pensamiento de dicha corriente política.

Es verdad que se trata de una entrevista, y relativamente breve por añadidura, pero no obstante esto, Grosso aporta algunas declaraciones significativas. Para ordenar la exposición, voy a tomar en consideración tres temas abordados en el reportaje:

a) La caracterización de los saqueos ocurridos en diciembre de 2012.

 Grosso aporta aquí un matiz diferenciado respecto a la versión canónica expuesta por los voceros del kirchnerismo (como el caso de Juan Manuel Abal Medina). Si bien defiende la tesis de que “Hubo algunos que fagocitaron hechos delictivos para desestabilizar”, reconoce que existieron condiciones materiales que posibilitaron su realización. Así, y diferenciándose un tanto del slogan del “robo organizado”, el diputado afirma que: 

“Se pararon sobre una realidad que todavía no hemos resuelto y que no negamos, que tiene que ver con que 30 años de neoliberalismo dejaron a sectores en la marginalidad. Existen deudas pendientes. Hay un sector de pibes que no trabaja ni estudia. Hay una necesidad de una reparación histórica, que ha sido saldada en gran medida por este gobierno.”

O sea, y con todos los reparos del caso (pues nuestro diputado en ningún momento se atreve a cuestionar un pelo de la política de Cristina Fernández), Grosso reconoce que existe algo que, usando un lenguaje antiguo, podríamos denominar “cuestión social”. Por supuesto, como el kirchnerismo es lo más grande que le ha pasado a nuestro país, se limita a afirmar que el hecho de que haya “sectores en la marginalidad”, que “un sector de pibes no trabaja ni estudia”, es responsabilidad de 30 años de neoliberalismo. En el medio olvida el pequeño detalle de que el kirchnerismo gobierna desde el 2003 y que Argentina experimentó una década de crecimiento económico sin precedentes. En ese período (el del mejor gobierno que tuvo la Argentina, para no entrar en discusión con el amigo Grosso), los empresarios “la levantaron con pala” (al dinero, no a los ladrillos o a la tierra), según las palabras de la misma Cristina Fernández. En medio de esa pujanza económica, muchos pibes no trabajan ni estudian, hay sectores que viven en la marginalidad  y un 35 % de los trabajadores saborean las delicias de trabajar en negro bajo la legislación laboral del peronismo menemista. ¡Y todo ello bajo un gobierno que está llevando adelante la “liberación nacional y social”!

El lector no debe pensar que en mis palabras se esconde un “ánimo destituyente”. Hay que recordar que con motivo de la sanción de la reforma de la ley de ART (Aseguradoras de Riesgo de Trabajo), el kirchnerismo y el PRO (una de las cabezas de la oposición “destituyente”) votaron juntos a favor de la mencionada reforma. La realidad es que la política económica kirchnerista, lejos de ser un motor de “emancipación nacional y social”, es creadora de desigualdad. Los saqueos de diciembre de 2012, junto con otros sucesos que se verificaron en los últimos años (a modo de ejemplo, puedo mencionar los hechos del Parque Indoamericano en diciembre de 2010), son expresiones de la desigualdad existente en nuestra sociedad, y que obedece a las características mismas del régimen de acumulación de capital impulsado por los gobiernos kirchneristas desde el 2003 hasta la fecha. Los defensores más lúcidos de la política oficial toman nota de la cuestión, la mencionan, pero por nada del mundo se atreven a mentar lo fundamental: los efectos de la política económica llevada adelante por el gobierno. 

Como ilustración de la actitud de algunos sectores del kirchnerismo, van algunos pasajes de una nota escrita por el periodista Alberto Dearriba en el diario TIEMPO ARGENTINO del sábado 22 de diciembre de 2012. Analizando los saqueos, Dearriba escribe lo siguiente: 

“…más allá de los efectos deletéreos de la crisis internacional y de situaciones puntuales, lo cierto es que el modelo kirchnerista choca con el límite de no lograr imponer una matriz de mejor distribución de la riqueza. Por el contrario, el crecimiento reproduce desigualdades, pese a los esfuerzos oficiales a favor de aumentar salarios mediante el sostenimiento de las paritarias y las jubilaciones por la vía de la actualización semestral. El permanente estímulo a la demanda agregada que realiza el gobierno, no es suficiente para perforar los bolsones de exclusión. La prosperidad no le llega a todos y cuando la crisis internacional golpea, los primeros en caer son obviamente los sectores más vulnerables. Está claro entonces que la tarea para el año nuevo, un año electoral, es ni más ni menos que imaginar transformaciones para que el crecimiento lo disfruten todos. Porque sobre esa situación de desigualdad se montan provocadores y delincuentes para llevar agua para sus molinos. Pero acusar sólo a los organizadores sin atender las razones profundas –es decir, la pobreza– es hacer lo de aquel hombre que encontró a su mujer infiel haciendo el amor con otro en un sofá. Y para terminar con el problema no se le ocurrió otra cosa que quemar el sofá. "

Como en el caso de Grosso, Dearriba no llega a la enormidad de criticar la política económica llevada adelante por el kirchnerismo. Pero es contundente en el reconocimiento del fracaso de las iniciativas dirigidas a morigerar las desigualdades; inclusive, reconoce que “el crecimiento reproduce desigualdades”. El amigo Grosso, que conoce por experiencia propia de la situación de las villas de emergencia y barrios del partido de San Martín, sabe que no exageramos al afirmar que el crecimiento de la riqueza ha profundizado la desigualdad en nuestra sociedad. Es verdad que muchos kirchneristas justifican la situación diciendo que es imposible construir política oponiéndose al capital. Tal vez eso sea cierto, tal vez no. Pero, ¿corresponde hablar de “emancipación nacional y social” cuando se reproduce la desigualdad? Cuando los pobres esperan el paso de los camiones del CEAMSE en José León Suárez con el objeto de hacerse de algo de comida-basura (literalmente), ¿se está realizando una “gesta emancipatoria”? En otras palabras, se puede hablar todo lo que se quiera de una relación de fuerzas desfavorable, pero es preciso comenzar siendo honestos. Aunque más no sea con el lenguaje. Esto, por supuesto, si se pretende hacer una política desde abajo y no desde los sectores que se ven favorecidos por la reproducción de la desigualdad. Aquí, como en tantas otras cosas, no hay nada nuevo bajo el sol.

b) La “justicia social”.

Frente a la “cuestión social”, el diputado Grosso propone como respuesta la “justicia social”.

¿Cómo entiende Grosso la “justicia social”?

“El todo [Se refiere a la expresión “vamos por todo”] es la justicia social. La oposición no lo entiende porque no tiene los pies en la tierra, no entiende la cara de la doña de La Matanza cuando le llegaba el agua, y Cristina abría la canilla. Decimos "vamos por todo" porque falta mucho, pero, a la vez, falta mucho menos también.”

En un país que ha crecido al ritmo de la Argentina en la última década, en un país en el que, repetimos, “los empresarios la levantan con pala” (Cristina dixit), resulta escandaloso que millones de argentinos no tengan agua potable, cloacas y que se vean obligados a vivir en medio de la basura. Todo ello en el país de Nordelta o de las casas del Calafate. Para el candoroso Grosso corregir un abuso escandaloso implica llevar adelante la “justicia social”. Hubo una vez en que el peronismo se caracterizó por su carácter plebeyo, por su irreverencia hacia lo establecido. En nuestros días, “el hecho maldito” ha mutado en un maldito conformismo hacia los poderes establecidos. Tal vez, y para ejercitar la memoria, nuestro diputado debería animarse a poner las patas en la fuente, rememorando esos días de octubre de 1945.

Pero la “justicia social” no se reduce a lo anterior. Grosso arremete contra la inflación y nos presenta la ansiada solución:

“Nosotros no decimos inflación, porque suena a ola desatada de aumento de precios sin racionalidad. Existe una puja de precios que tiene que ver con el crecimiento de consumo masivo. Otros gobiernos lo resolvían con ajuste o dolarización. Decidimos resolverlo enfocando el crédito a la producción, porque los precios van a bajar cuando haya más oferta y esto es recrear la industria nacional.”

Dejando de lado su curiosa definición del concepto de inflación, su propuesta para frenar el alza de precios consiste en… favorecer al capital. Ni una mención a la concentración del capital, a los oligopolios, a los monopolios, a las corporaciones (parece que con CLARÍN se acaba el repertorio). Si el Estado le presta a los privados para que hagan buenos negocios, todo estará solucionado. Pero, ¿la distribución de la propiedad no es en sí misma una cuestión política? La desigualdad que se reproduce en nuestro país, ¿no tiene que ver con esos mismos empresarios a los que hay que ofrecer créditos para que produzcan más? No pretendemos, por cierto, que el compañero Grosso adopte la visión de la “perimida” lucha de clases o que se convierta al no menos “obsoleto” marxismo o algo que se le parezca. Sólo pedimos que el compañero sea un poco más responsable en sus afirmaciones. Si hay menos ovejas en el rebaño, y de noche se oye aullar los lobos, es posible que los lobos tengan que ver con la desaparición de las ovejas. Si hay reproducción de la desigualdad, y “los empresarios la levantan con pala”, es posible que los empresarios estén involucrados en esa reproducción de la desigualdad. 

c) La filiación entre el kirchnerismo y las experiencias de los ’70.

Para termina esta nota, quiero hacer referencia la manera en que el diputado Grosso plantea la relación entre el kirchnerismo y el peronismo de los ’70. En sus palabras: 

“Voy al acto [Se refiere al acto por el Día del Montonero] desde los 11 años. Primero con mi papá y después hemos construido un homenaje a dos pibes que dieron su vida por un país distinto y que eligieron un camino, el de la lucha armada, que en ese momento no era tan loco, aunque hoy suene anacrónico. Rescatamos la experiencia política de Montoneros, pero no porque reivindiquemos la lucha armada.”

Más allá de que las experiencias revolucionarias que se dieron en Argentina entre 1969 y 1976 fueron mucho más que la lucha armada, Grosso no dice una palabra ni del contenido de la “experiencia política” de Montoneros ni del porqué la lucha armada no era en ese momento algo “tan loco”. Es verdad que se trata de una entrevista y no de un tratado, pero no está de más expresar con honestidad la propia posición. En rigor, Grosso prefiere hablar de mitos y no de cosas concretas, porque lo concreto implica definirse respecto a los poderes establecidos. Su valoración de las experiencias revolucionarias de nuestro pueblo se reduce a la enorme simpleza de la frase siguiente: 

“Tenemos la experiencia histórica de los 70, de los 50, de los 30. Tomamos las cosas buenas y tratamos de no repetir errores. Nos sentimos continuadores de la lucha de la JP de los 70, como también de la de los piqueteros en los 90.”

En otras palabras, tomamos lo “bueno” y descartamos lo “malo”. Claro que Grosso olvida decir, aunque sea una palabrita, acerca de qué considera como “bueno” y qué considera como “malo”. No va más allá de la obviedad de decir que la lucha armada es “anacrónica”. En criollo, a nuestro diputado le hace falta poner un poco de irreverencia en la vida. No respetar tanto lo establecido. Desde que el mundo es mundo, pelear por la “emancipación social” implica meterse en problemas. Grosso, como la izquierda kirchnerista en general, prefiere transar con el capital ante el temor de que un soplido de las corporaciones derrumbe toda la obra. Ahora bien, mientras tanto, “los empresarios la levantan con pala” (Cristina dixit). ¿Puede uno quedar bien con dios y con el diablo? Mejor dicho, y dado el contenido de la política económica del kirchnerismo, ¿el diablo puede salvar las almas de los pecadores?

Para hacer honor a la frase “combatiendo al capital” hay que empezar por reconocer que el capital genera explotación. Y, hasta donde sabemos, la explotación es desigualdad y miseria. No se trata de inventar de nuevo la pólvora.

Villa del Parque, jueves 3 de enero de 2013



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