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viernes, 6 de mayo de 2016

FICHA: SARTORI. "¿QUÉ ES LA POLÍTICA?" (1972)




Nota bibliográfica:

Esta ficha fue redactada a partir de la lectura del capítulo VII de la obra La política: Lógica y método en las ciencias sociales. Dicho capítulo y el VIII reproducen el trabajo de Sartori titulado La Scienza Politica, que se publicó en el volumen 6 de la colección Storia delle Idee Politiche, Economiche e Sociali, dirigida y supervisada por Luigi Firpo, Turín, UTET, 1972. EN: Sartori, Giovanni. (2003). La política: Lógica y método en las ciencias sociales. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. (pp. 201-224). La traducción española es de Marcos de Lara.

Advertencia:

Los textos entre corchetes son de exclusiva responsabilidad del autor de la ficha.


Dedica el primer apartado del texto a examinar las vicisitudes de la idea de política (pp. 202-208).

Sartori (S a partir de aquí) sostiene que la noción ciencia política (CP a partir de aquí) se determina en función de dos variables: 1) el estado de organización del saber; 2) el grado de diferenciación estructural de los componentes humanos. (p. 201).

Es evidente que la noción de ciencia carece de sentido hasta tanto ésta no se haya separado de la filosofía (= amor al saber). La separación de ambas es fundamental, más allá de que la ciencia también se diferencia de opinión, teoría, doctrina e ideología. (p. 201).
La noción de política calificó todo (y, por ende, no significó nada) hasta tanto se produjo la separación de las esferas de la ética, de la economía y de lo político-social, y se constituyeron instituciones que pudieron ser calificadas de políticas, económicas, religiosas y sociales. La separación entre lo “político” y lo “social” es fundamental. (p. 201; el resaltado es mío).

Antes de la confluencia de ciencia y política no puede hablarse de historia de la CP. Es erróneo plantear la existencia de una CP que surge con Aristóteles y renace con Maquiavelo. Antes de la mencionada confluencia, existe “una historia a dos voces: la del concepto de ciencia por un lado, y la del concepto de política por el otro.” (p. 202).

¿Cuál es el objetivo del texto?

“En este escrito no trataré de fijar el nacimiento de la «primera» ciencia política, sino más bien de separar los elementos de varios plausibles, «encuentros significativos» entre los dos términos de nuestro discurso; por un lado, los modos de observar la política que se pueden calificar como científicos, y por el otro, una serie de caracterizaciones de la idea de política.” (p. 202).


En la actualidad es habitual distinguir entre lo político y lo social. Esta distinción es reciente y se consolidó recién en el siglo XX. Sartori sostiene que es erróneo utilizar ambos términos, en su acepción actual, para referirnos al mundo griego.

Aristóteles afirmaba que el hombre era un zoon politikón = “Sólo porque el hombre vive en la polis, y porque la polis vive en él, el hombre se realiza completamente como tal. Al decir «animal político», Aristóteles expresaba, pues, la concepción griega de la vida. Una concepción que hacía de la polis la unidad constitutiva (indescomponible) y la dimensión completa (suprema) de la existencia. Por lo tanto, en el vivir «político» y en la «politicidad», los griegos no veían una parte o un aspecto de la vida; la veían en su totalidad y en su esencia. Por el contrario, el hombre «no político» era un ser defectuoso (…) un ser inferior, un menos-que-hombre.” (p. 203).

En síntesis, es incorrecto separar política y sociedad en Grecia Antigua. “El vivir «político»  - en y para la polis – era al mismo tiempo el vivir colectivo, el vivir asociado, y más intensamente, el vivir en hoinonía, en comunión y «comunidad». Por lo tanto, no es exacto decir que Aristóteles incluía la socialidad en la política. En verdad, los dos términos eran para él un único término, y ninguno de los dos se resolvía en el otro, por la simple razón de que «político» significaba conjuntamente las dos cosas a la vez.” (p. 203-204).

La concepción romana de la civis no es la polites griega. La organización social romana no era la de polis griega. De ahí que los términos para referirse a cada organización social no puedan equipararse. S afirma que la escala de la organización política romana impedía el “vivir político” griego. En Roma la juridicidad (la organización jurídica) reemplaza a la politicidad. Cicerón (104-43 a. C.) “sostenía que la civitas no es un conglomerado humano cualquiera, sino aquel conglomerado que se basa en el consenso de la ley.” (p. 204). El ciclo se cierra con Séneca (4 a. C. – 65 d. C.), para quien “el hombre no es ya un animal político; es, por el contrario, un sociale animal. Estamos en las antípodas de la visión aristotélica, porque el animal social de Séneca y de los estoicos es el hombre que ha perdido la polis, que se ha extrañado de ella, y que se adapta a vivir negativamente más que en forma positiva en una cosmópolis.” (p. 204-205).

Sartori indica que la concepción política del mundo griego no tiene nada que ver con la conceptualización moderna. Por un lado, el sociale animal y el politicum animal no aluden a dos facetas del mismo ser humano, sino que se trata de dos antropologías, opuestas una a otra. (p. 205). Por otro, los griegos no llegaron a ninguna problemática vertical de la política y la politicidad (ni el pensamiento romano ni el medieval). (p. 205) (1)

En el lenguaje medieval, la concepción vertical se expresaba por medio de términos tales como principatus, regnum, dominium, gobernaculum. Para los autores medievales y renacentistas – que escribían tanto en latín como en italiano, francés o inglés – el dominium politicum no era «político» en nuestro significado, sino en el significado de Aristóteles: era la «ciudad óptima» del polites, la res publica que practicaba el bien común, una res populi igualmente ajena tanto a la degeneración democrática  como a la degeneración tiránica. De hecho, los autores medievales usaban dominium politicum en contraposición a dominium despoticum. Equivale a decir que la voz politicum designaba la «visión horizontal», mientras que el discurso vertical se desarrollaba mediante las voces realeza, despotismo y principado.” (p. 206-207).

Maquiavelo (1469-1527) priorizó el enfoque vertical mediante el uso del término príncipe. “La política no se configura en su especificidad y autonomía hasta Maquiavelo.” (p. 208).


Sartori dedica el segunda apartado del capítulo a la cuestión de la autonomía de la política (pp. 208-211).

La autonomía de la política es relativa. Pueden sostenerse cuatro tesis al respecto: “primero, que la política es diferente; segundo, que la política es independiente, es decir que sigue leyes propias, instaurándose literalmente como ley de sí misma; tercero, que la política es autosuficiente, autárquica en el sentido de que basta para explicarse a sí misma; cuarto, que la política es una causa primera, una causa generadora no sólo de sí misma sino también de todo el resto, dada su supremacía.” (p. 208).

Maquiavelo establece la separación de la política respecto a la religión y la moral: “la mayor originalidad de Maquiavelo reside precisamente en el hecho de que teorizó con inigualado vigor sobre la existencia de un imperativo propio de la política. Maquiavelo no se limitó a señalar la diferencia entre política y moral; llegó  a proclamar una vigorosa afirmación de autonomía: la política tiene sus leyes, leyes que el político «debe» aplicar.” (p. 209).

Para mostrar la originalidad de Maquiavelo, Sartori recurre a la comparación con Hobbes (1588-1679). “El método de Hobbes era, pues, rigurosamente deductivo. Con esto está todo dicho. No observaba el «mundo real». Nadie puede cuestionar la estatura filosófica  de Hobbes; pero su «ciencia» no es tal; no descubría nada. Correlativamente, la autonomía de la política que nos interesa no es la teorizada por Hobbes. Y nada puede ocultar el hecho de que Hobbes era más valorativo que Maquiavelo.” (p. 211).


Sartori plantea en el tercer apartado (El descubrimiento de la sociedad; pp. 211-215) la cuestión de la separación entre Estado y sociedad. Esta última se afirma como una realidad en sí misma.

La sociedad no es ni el demos griego ni el populus romano. El pensamiento medieval procuró incluir la sociedad entre los múltiples corpus entre los que se organizaba el mundo medieval en su sistema de jerarquías. (p. 212).

Sartori indica que “el primero en teorizar el derecho de la mayoría y la regla mayoritaria – es decir una regla que restituye operatividad a la noción de pueblo – fue Locke.” (p. 212-213). John Locke (1632-1704) construyó una idea de sociedad que corresponde a la fase contractualista de la escuela del derecho natural. La sociedad es el ente que estipula con el soberano el contrato social. (p. 213). Sin embargo, el liberalismo político postulaba que la sociedad debía seguir siendo regulada y protegida por el derecho; en cambio, el liberalismo económico (desarrollado en el párrafo inmediatamente posterior) procuraba liberar a la sociedad de todas las ataduras corporativas. (p. 214).

Para que se concretase la autonomía de la sociedad respecto de la política fue preciso que se verificara la diferencia entre política y economía. Sartori opina que “son los economistas – Smith, Ricardo y en general los liberales – los que muestran cómo la vida en sociedad prospera y se desarrolla cuando el Estado no interviene; los primeros en mostrar cómo la vida en sociedad encuentra en la división del trabajo su propio principio de organización; y por lo tanto en mostrar también cuántos sectores de la vida social son extraños al Estado y no se regulan ni por las leyes ni por el derecho. Las leyes de la economía no son leyes jurídicas; son leyes del mercado. Y el mercado es un automatismo espontáneo, un mecanismo que funciona por su cuenta. Son, pues, los economistas de los siglos XVIII y XIX los que proporcionaron una imagen tangible, positiva, de una realidad social capaz de autorregularse, de una sociedad que vive y se desarrolla según sus propios principios. Y es así como la sociedad toma realmente conciencia de sí misma.” (p. 213-214).

Sartori señala que el desarrollo posterior de la posición de los economistas fue llevado a cabo por Saint-Simon (1770-1825) y Comte (1798-1857). “La sociedad se configura entonces tan autónoma que puede volverse objeto de una ciencia en sí misma, que no era ya la economía” (p. 215). Esa ciencia fue la sociología.


El cuarto apartado del capítulo VII está dedicado a la cuestión de la identidad de la política. (p. 215-224).

Nuestro autor se propone dar respuesta al problema de ¿qué es la política en sí?, pues en los apartados anteriores mostró que no es ni moral, ni derecho, ni economía, ni el sistema social. Para llevar a cabo esta tarea se pregunta ¿en qué se diferencia el comportamiento político del comportamiento económico y del comportamiento moral?

“El criterio de los comportamientos económicos es útil: la acción económica es tal en la medida en que se dirige a llevar al máximo una ganancia, una utilidad, un interés material. En el otro extremo el criterio de los comportamientos éticos es el bien: la acción moral es una acción «debida», desinteresada, altruista, que persigue fines ideales y no ventajas materiales.” (p. 217). Ahora bien, sólo puede decirse que los comportamientos políticos no son ni morales ni económicos, aunque tengan elementos de ambos. Hablar de “comportamiento político” “no equivale a indicar un tipo particular de comportamiento, sino un ámbito, un contexto.” (p. 217).

El camino propuesto por Sartori: “no es preguntarse en qué se diferencian el comportamiento del animal político del del animal social y económico; es preguntarse cómo se han ido diferenciando y organizando desde el punto de vista estructural de las colectividades humanas. Por consiguiente, la pregunta pasa a ser: cuál será la denotación de las expresiones «en política» y «sistema político», con respecto a las del sistema social y del sistema económico.” (p. 218-219).

La polis y la pequeña-comunidad Estado tenía una organización horizontal; a medida que nos alejamos de esta forma política, pasa a predominar la dimensión vertical. Lo paradójico es que se siguió utilizando el vocabulario griego (horizontal) para designar una situación marcada por lo vertical. “Como consecuencia de esta nueva sistematización, la dimensión horizontal pasa a ser asumida por la sociología, y correlativamente la esfera de la política se restringe en el sentido de que se reduce a una actividad de gobierno, y en sustancia a la esfera del Estado.” (p. 219) [1]

En la actualidad se produce la masificación de la política:”Las masas – que desde siempre estuvieron alejadas o excluidas de la política, o presentes sólo muy de tanto en tanto – ahora entran en la política; y entran con intenciones de estabilidad, para quedarse.” (p. 220).

Se produce una ampliación del concepto de Estado, “es sustituido por el concepto bastante más elástico, y abarcador de «sistema político».” (p. 220).

“La difusión de la política, por otra parte, no sólo tiene lugar a nivel de la base, al nivel del demos. La encontramos también en los vértices, a nivel de las élites. De hecho, nuestras democracias se estructuran como «poliarquías» competitivas de amplia proyección pluralista.” (p. 221).

Sobre el final una crítica al marxismo: “La forma extrema de negación de la autonomía de la política no es de todos modos la sociológica; más bien proviene de la filosofía marxista. En esta perspectiva no se llega sólo a la heteronomía de la política sino más drásticamente a la «negación de la política». En la concepción económico-materialista de la historia, la política es una «superestructura», no sólo en el sentido de que refleja las fuerzas y las formas de producción, sino también en el sentido de que es un epifenómeno destinado a extinguirse. En la sociedad comunista – según lo preveía Marx – el Estado tiende a desaparecer, y con ello desaparecerá la coerción del hombre sobre el hombre. No vale la pena detenerse en esta verdadera negación de la política. Si una filosofía de la historia debe medirse en función de los acontecimientos históricos que ha generado, basta comprobar que a ojos vistas la tesis del «predominio de la política» encuentra su confirmación mejor en los Estados que se basan en la palabra de Marx y de sus sucesores. Quien ha vivido la experiencia de los países del Este, no tiene dudas sobre la identificabilidad de la política; y menos aún duda – es legítimo pensarlo – de la autonomía y autosuficiencia de la política. En los países del Esta no es, por cierto, el sistema social el que explica al Estado. Más bien habría que preguntarse si tiene sentido hablar allí de una realidad social autónoma, dado que las sociedades en cuestión son el más puro producto de un control vertical capilar y omnipresente.” (p. 223). [Dispongo de muy poco tiempo. Pero S falsea la posición de Marx para despachar el asunto en pocas palabras. Marx se refiere en todo momento a la extinción del Estado, no de la política. Engels, en un artículo en el que discute con los anarquistas, dice que los socialistas bregan por la desaparición del Estado, pero que aún en la sociedad comunista seguirá existiendo “autoridad”, es decir, una determinada organización jerárquica del proceso productivo – utilizo el término “jerarquía” adrede, para expresar que la cuestión no se presta a soluciones fáciles - ].

Sartori concluye el capítulo afirmando que existe un hecho indudable: “la ubicuidad y por lo tanto la difusión de la política en el mundo contemporáneo.” (p. 223). Esta ubicuidad puede interpretarse de tres formas diferentes: 1) heteronomía, o extinción; 2) autonomía, predominio o triunfo; 3) dilución, pérdida de fuerza. (p. 224).

[Es notable la habilidad de Sartori para escribir un largo y erudito artículo sobre el concepto de política sin mencionar en absoluto el problema de las clases sociales ni la cuestión del carácter de clase del Estado. Es cierto que S no es marxista y que rechaza abiertamente el punto de vista marxista en el análisis político – se ha transcripto un pasaje dedicado específicamente a “demoler” al marxismo -. No obstante, la política gira en torno al Estado y a los grupos sociales (los llamemos o no clases sociales) que pugnan por controlar los recursos económicos de la sociedad. Una teoría de la política que ignore estas cuestiones termina siendo abstracta, por más minuciosa que sea en el análisis de lo concreto. Por abstracta entiendo que se encuentra obligada a poner el acento en cuestiones unilaterales (por ejemplo, las motivaciones de los individuos) y a dejar de lado el conjunto de la totalidad social.]


Villa del Parque, viernes 6 de mayo de 2016


NOTAS:

[1] Sartori entiende por problemática vertical una concepción “en altura que asocie la idea de política con la idea de poder, de mando, y en último análisis de un Estado subordinado a la sociedad.” (p. 205). Es “el elemento de estructuración jerárquica” de la vida en sociedad. (p. 206).

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